Para ser mi última columna de la temporada, voy a ser crítico con el entorno.
Todos lo recordamos: hace un año, la Gimnástica Segoviana ascendía a Primera RFEF y el CD Base lograba el billete para Tercera FEB, aunque renunció a usarlo en una decisión tan sensata como dolorosa.
Doce meses después, la Segoviana ha regresado a Segunda RFEF y aunque podría interpretarse como un fracaso, el equipo siempre dio la sensación de competir, de crecer, de dejar huella, con la convicción de estar recorriendo el camino correcto. Además, el Club parece más sólido que nunca, con un proyecto que madura y al que no será extraño ver de regreso a la categoría que, por juego y gestión, merecerá otra vez.
En paralelo, el CD Base se quedó a un paso de volver a ascender. Y probablemente, de haberlo conseguido, hubiera vuelto a rechazarlo. La realidad se impone: cada año pierde jugadores por motivos ajenos al rendimiento: compromisos personales, laborales, falta de apoyo estructural. Este curso perdió a jugadores importantes y ya se anticipa que varias piezas clave no podrán continuar. No es culpa del club, sino del ecosistema en el que sobrevive. Y esto le impide, a diferencia de su colega futbolero, mirar más arriba, aunque siga compitiendo, lo cual, en ese contexto, es admirable… pero no suficiente.
Pocos ejemplos retratan mejor esta paradoja de barreras del entorno que el de Héctor de Pablo, brillante tenista del club Espacio Tierra, quien compite en la 2ª División Nacional (entre el 9º y el 24º mejor club de España) con un mérito que no le debe a nadie más que a sí mismo y a quienes le han acompañado de cerca. La semana pasada representó a la Universidad de Valladolid en el Campeonato de España Universitario. ¿Qué ha hecho esta institución por su formación deportiva? Nada. Ni planificación, ni medios, ni estímulo… Sin embargo, Héctor, la representaba.
Y ese “nada” es una constante en el sistema educativo y deportivo español, la norma silenciosa de un sistema que no fracasa por falta de talento, ni de pasión, sino por levantar más obstáculos que puentes a quienes, por mérito, deberían tenerlos a su favor.
