Muchos cánticos hinduistas finalizan con el “pranam” (la reverencia): “Om Shanti, Shanti, Shanti” (el sonido primordial invocando a la paz).
Es cierto que han transcurrido varios días desde la concesión del nobel de la Paz a María Corina Machado. También lo es que se ha escrito muy poco al respecto, seguramente debido al desolador control actual que el ejecutivo ejerce sobre el cuarto poder. El caso es que, se da la circunstancia de que quien escribe cuenta con la amistad de un nutrido grupo de venezolanos/as que, hace ya muchos años, tras sufrir el ahogo de la soga al cuello por el robo y la esclavitud en su país, decidieron valientemente dejarlo todo y emprender una nueva vida lejos de cuanto aman. Actualmente residen en Houston (USA). Una de ellas, cuyo nombre no revelo, es íntima amiga, desde los dos años de edad, de la condecorada. A pesar de su separación física desde 1990, han seguido manteniendo contacto y conservando ese indeleble lazo afectivo. Cuento con una fotografía de ambas abrazadas, llorando como niñas, en su reencuentro en 2024.
Me cuenta mi amiga que Corina procede de familia bien. Vivía, durante su niñez, a las afueras de San Antonio de los Altos, una ciudad “pija” a catorce kilómetros de Caracas. Varias casonas de familiares cercanos se disponían alrededor de un bello lago y los domingos y días de celebración se juntaban más de ochenta a comer. Es la mayor de tres hermanas nacidas muy seguidas. Muy mandona. Le gustaba imponer las reglas de juego. Rebelde hasta el extremo y de fuerte personalidad. Se casó a los dieciocho años. Tuvo tres hijos. Se divorció. Se licenció en ingeniería. Cursó el postgrado y, desde que tuvo uso de razón, dedicó su trabajo a la sociedad, a la ayuda a los demás, desde una posición de natural lideresa. Jamás trabajó para su desarrollo profesional (ingeniería eléctrica) sino para el pueblo.
Valiente. Le dijo a Hugo Chávez lo que nadie se había atrevido a decirle jamás. En el intento de golpe de estado de Chávez en 1992, ella acababa de crear y dirigía la Fundación Atenea para el cuidado de niños en situación de vulnerabilidad en las calles de Caracas. Tras el asalto de Chávez al poder electoralmente, mediante farsas y mentiras al cobijo del nombre del partido Socialista Unido de Venezuela, Corina convocó un referéndum en 2004, fue recibida por Bush en 2005, se postuló, por victoria abrumadora, como candidata a la Asamblea Nacional en 2010.
Tras el fraudulento acceso al poder de Maduro tras la muerte de su jefe Chávez en 2013 y, a la vista de la popularidad de la lideresa y el peligro que suponía para él, en 2014 fue separada de su cargo como diputada por la supuesta violación de la Constitución de Venezuela, tras haber aceptado el cargo de “embajadora alterna” de Panamá.
Continúa contándome mi amiga que, aproximadamente en 2021, observó un intenso cambio espiritual en Corina, una transformación interior profunda, una certeza en su plan de vida, un desapego hacia lo externo, una absoluta falta de temor a la muerte física y una direccionalidad de su dedicación hacia su propio auto reconocimiento interior. Aunque parezca contradictorio, aquello supuso un vuelco en el sentir de los venezolanos que se rindieron ante su auténtica veracidad. Su lucha desde entonces ha sido la de una verdadera heroína. Lo más reciente es conocido por todos.
El nobel nos alegra a muchos. La comparación, aún a sabiendas de que los acontecimientos sometidos a cotejo siempre son diferentes, nos enciende a unos cuantos. El caso es que Chávez intentó el golpe de estado directo y violento, fallando en 1992 (aquí todo empezó un 11 M de 2004, irresoluto, con sus verdades ocultas bajo llave). Fue amnistiado, (como aquí algunos condenados por golpismo en grado de tentativa). Inició un golpe desde el propio poder tras elecciones fraudulentas continuado por su sucesor Maduro. Por lo “bajini”, a través de leyes inconstitucionales constitucionalizadas por una Asamblea Nacional (aquí un Tribunal Constitucional y fiscalía del Estado) bajo sus órdenes, impuso las reformas de la revolución socialista. Nacionalizó las industrias estratégicas. Fue instaurándose a su alrededor una red de corrupción íntimamente relacionada con su persona. Se financió mediante un narcotráfico legalizado subliminalmente.
Nombró a dedo a sus colaboradores. Se inflaron llevarse dinero a paladas. Destrozaron la economía de uno de los países más bellos y ricos de la tierra, habitado por la población más alegre del planeta. Comenzó a legislar a golpe de decretazo. Se pasó por la entrepierna la victoria de la oposición en las elecciones de 2015 y el escándalo de 2024. Conquistó del Tribunal Supremo, el Poder Electoral y de la Fuerzas Armadas. Aniquiló el principio de la separación de poderes. Convocó una Asamblea Nacional Constituyente creadora de unas condiciones electorales irregulares. Instauró un sistema de recuento de votos digitalizado, por parte de una empresa corrompida.
¿Resuena algo de todo eso, sucedido en Venezuela, con lo que aquí se está viviendo? ¿Por qué aquí ningún representante institucional ha felicitado a Corina?
No cabe en este artículo la enumeración de acciones concatenadas que conforman un golpe al estado de derecho que trata de ser velado. No queda institución por conquistar. Hasta la Jefatura del Estado ha sido aniquilada. Es cierto que alguien que no permite a su padre entrar en su propia casa no parece muy complicado de dominar. El robo, la mentira, la chulería, la ineptitud, el ahogamiento al ciudadano, la modificación inconstitucional de la legalidad, constituyen el fundamento del mantenimiento en el poder del presidente.
El espíritu de la paz, bajo el nombre y la forma de Corina, reside en nuestro interior. El premio nobel es de todos nosotros. Nuestra lucha no es frente a unas siglas o una ideología, ¡no seamos simples! Nuestra lucha se dirige frente a quien ataca nuestra libertad de pensamiento, expresión y acción, nos roba, empobrece y nos miente. El caso es que, con la mente limpia de pensamiento, resurge la realidad emergente de que el enemigo no es él ni sus compinches, sino el miedo que atenaza la posible pérdida del estatus que estos embusteros han tejido falsariamente para que nos creamos que residimos en él, ese falso estatus que nos han contado que resulta necesario para que podamos obtener la felicidad.
Corina. Paz. Paz. Paz.
