David Copper canta en la estupenda ‘Corazonada’ del brillante álbum del mismo nombre: “Aprendí con el tiempo que he gastado, más de golpes encajados que de flores que guardé”. No hay atisbo de deporte en la canción, pero sirve la estrofa para reflexionar sobre las derrotas como parte consustancial del aprendizaje del deportista. La experiencia es combustible esencial para la motivación y los “golpes encajados” son más trascendentes en la progresión que “las flores que guardé”.
El halago, que tiende a la efervescencia, sigue los mismos cauces con el agravante de la traición, a poco que las tornes cambien y los éxitos mengüen
Hoy, victorias y derrotas quedan magnificadas hasta la indecencia por el impúdico tamiz de las redes sociales. El deportista puede pasar en el mismo día de ser un referente mundial a un despojo. Y eso no hay psicólogo que lo apañe. En un mundo en el que las opiniones cruzan el orbe de punta a punta en un instante, el deportista debe tener una fortaleza mental equivalente al acero galvanizado. Y eso ya es un triunfo. Antes, las heridas las infligía el contrario o la incapacidad del sujeto en cuestión para superar sus límites. Ahora, el peor daño llega desde el que juzga sin pudor ni argumentos, cacareando desde una atalaya efímera y rodeado de palmeros virtuales. El halago, que tiende a la efervescencia, sigue los mismos cauces con el agravante de la traición, a poco que las tornas cambien y los éxitos mengüen.
Lo mejor es discriminar la crítica constructiva de la verborrea escatológica
Vuelvo a Copper para terminar. “Desmarques imposibles”, también de ‘Corazonada‘, dice: “Y ahora tú solo piensas en llamar para ver si lo que cuentan es verdad. No me quiero entretener a escuchar lo que te han dicho”. Y es que lo mejor es discriminar la crítica constructiva de la verborrea escatológica. En deporte y en la vida.
