Las cooperativas constituyen, sobre el papel, uno de los ejes de la actividad agraria, si tenemos en cuenta que su número se eleva a casi 4.000, que se hallan implantadas prácticamente, con mayor o menor fuerza, en todos los sectores, con una facturación de unos 18.000 millones de euros, más del 40% de toda la producción final y que sus socios, aunque en muchos casos pertenecen a varias, superan el 1,1 millones. En teoría, también podrían tener igualmente una posición de claro dominio en las ventas y hasta en las compras y, en definitiva, ser un instrumento indispensable para la defensa de las rentas del campo.
Sin embargo, la realidad es muy distinta y su peso en una y otra dirección no es la que podría corresponder a su presencia en el sector, laguna de la que se aprovechan los operadores comerciales, almacenistas e intermediarios.
Desde la Administración se viene trabajando durante la última década, en base a una política de incentivos y ayudas escasas, para favorecer los procesos de reorganización y de integración en entes supra-autonómicos desde una perspectiva física, pero, sobre todo comercial. Entre 2008 y 2011, la facturación media en las cooperativa de primer grado pasó de 9,5 a 11,5 millones de euros y, en las de segundo, de 30,8 a 33,9. Las que tienen una facturación superior a los 60 millones de euros pasaron de 22 a 34. En el caso de las más de 700 cooperativas que exportan unos 5.500 millones de euros en conjunto, en el mismo período, el volumen medio exportado en las de primer grado aumentó de 4,7 a cinco y las de segundo, de 12,7 a 15,7 millones de euros.
Aproximadamente, el 20% de facturan el 70% del total de las ventas de este tipo de entidades. Ha existido un proceso de concentración en torno a una docena de grupos. Sin embargo, casi todo está por hacer. Entre las 100 primeras cooperativas comunitarias, solamente hay tres españolas, Coren de Orense, Capsa-Central Lechera Asturiana y Anecoop en cítricos en Valencia, lo que da una idea de cómo está el sector. En el resto, hay un serio problema de estructuras minifudistas que son incapaces de tener una posición de fuerza en los mercados frente a la distribución, otras industrias o los almacenistas e intermediarios
Estos resultados, aunque positivos, se consideran insuficientes, ya que, con la excepción de algunos casos, cada sociedad ha seguido su camino, sobre todo con sus carencias. Por este motivo, el ministro de Agricultura, Miguel Arias Cañete, se ha marcado como uno de sus retos para esta legislatura lograr definitivamente un proceso de reordenación e integración de las cooperativas, tanto para la venta de sus productos, como para la compra de medios de producción en base a una nueva ley de cooperativas en la que ya se trabaja.
En el plazo de unos meses puede haber una nueva disposición, pero, de eso, a que las asociaciones se embarquen en esos procesos de reordenación y de integración, si no hay importantes incentivos, hay un trecho. En el sector hay, sobre todo, un problema de fondo y que se visualiza en los recelos de muchos dirigentes de las cooperativas pequeñas a perder protagonismo en beneficio de unas estructuras superiores y de quienes prefieren ser cabeza de ratón que cola de león. En ese sentido, en muchos casos, las cooperativas se hacen la competencia entre sí a la hora de comercializar sus productos, de lo que se benefician los operadores. Arias Cañete es consciente de este problema y, por ese motivo, podría plantearse la aplicación inicial de esa nueva ley en base a un número más reducido que comandaran el programa que tiene en mente.
Con más o menos peso, se puede decir que las entidades agrarias se hallan implantadas con fuerza en todo los sectores y en todas las comunidades autónomas, más de 600 en Castilla y León y más de 450 en Castilla la Mancha. Controlan el 100% de la producción de tabaco. Producen entre el 70 y el 80% de vino y de mosto, el 70 del aceite de oliva, el 45% de los cítricos o el 35 de las producciones de los cereales o de leche de vaca y oveja. En algunos sectores como el porcino, la avicultura o los quesos, ese porcentaje se reduce hasta menos del 20 por ciento.
De los aproximadamente 18.000 millones como media que factura el conjunto de todas las cooperativas, la mayor partida corresponde a frutas y hortalizas con casi 4.000 millones de euros, seguidas del aceite de oliva, con 2.600, el vino con 2.100, los lácteos con 1.500 millones, las de suministros con 1.400, las cerealistas con 1.300 y las de alimentación animal con 1.200 millones.
Este peso de las cooperativas en la actividad productora no se repite, sin embargo, en lo que se refiere a los procesos de transformación, industrialización y, sobre todo, para su posterior comercialización. La realidad pone de manifiesto, según los datos oficiales, que, para vender, las entidades dependen siempre de otros.
Del conjunto de las cooperativas, el 50% vende a granel, un 34% por ciento productos con marca propia y un 13% productos con marca de la distribución. Por otra parte, el 42% de las asociaciones comercializan a las industrias, un 35% a los almacenistas, un 25% directamente a la gran distribución, un 13% en las tiendas tradicionales y un 20% en la propia explotación. Todo lo cual configura un panorama manifiestamente mejorable para los intereses de las cooperativas y sus socios.
