Juan Antonio Ayuso Velasco tiene 68 años. Nació en La Granja pero ha pasado más de media vida fuera aunque con el sueño de volver a su tierra. Con el sueño cumplido y el cariño de sus vecinos, regenta uno de los bares más visitados del municipio, ‘Ruta 66’. ¿Qué ha hecho antes de dedicarse a este bar?
—Siempre me he dedicado a la hostelería, desde los 16 años. Empecé a trabajar de caramelero en el quiosco de mi madre, ‘La Maruja’, con diez años.
—¿Qué recuerda de su infancia? ¿Conserva amigos?
—Recuerdo a muchos profesores: Don Antonio, Don Carlos, Don José… Eran buenos maestros. Y, amigos del colegio tengo muchos: Paco, Juanjo, José, Martín… Yo era el capitán de un equipo de fútbol y mi íntimo amigo Paco era el capitán de otro. Lo pasábamos muy bien. Antiguamente con una pelota nos divertíamos 40 chicos.
—¿Sigue viéndose con ellos? ¿Vienen a verle al bar?
—Algunos sí y otros menos pero yo les sigo conservando, al menos por mi parte.
—Con tan solo 16 años se fue del pueblo y pasó muchos años alejado. ¿Por qué?
—Me fui a trabajar al Hostal del Ciervo, en los Monegros, provincia de Zaragoza. Yo no valía para estudiar y tenía un primo que estaba trabajando allí de camarero. En cuanto me dijo las instalaciones que había, a la primera, no lo pensé ni dos veces y me fui. Allí es donde se concentraban siempre los cinco magníficos del equipo del Zaragoza —Canario, Santos, Marcelino, Villa y ‘la Petra’— y muchos equipos que venían a jugar a Zaragoza como el Barcelona y el Sabadell. A mí me encantaba el fútbol, siempre me ha encantado y he jugado bastante, no me lo pensé dos veces. Además, allí había un campo de fútbol e instalaciones deportivas.
—Si tanto le gusta el fútbol… ¿No intentó ser profesional?
—Hubiera podido llegar pero… (Duda al respecto) Llegué a jugar en el Iruña, en Pamplona, en tercera división pero no prosperó porque yo estaba trabajando y estaba fuera de casa y, para jugar al fútbol, tenías que tener mucha resistencia y fuerza física y era imprescindible una buena alimentación y mucho descanso. Físicamente tenías que estar muy preparado y yo tenía que trabajar.
—Después de Zaragoza cambió de destino y se fue a la Costa Brava, también en hostelería.
—Sí, me fui a Rosas a hacer la temporada allí. Luego volví a Zaragoza y luego nos fuimos a abrir el hostal del Toro a Pamplona. Allí jugué en el equipo de fútbol del pueblo y conocí a mi primera novia, que era de Madrid, María Dolores Cabezuela Salazar. Fue mi primer amor y desamor. Estuve en Pamplona cinco años y me fui a la mili. Después trabajé en Francia, Barcelona, Valencia, Alicante… Y allí recibí una llamada de mi primo, que estaba trabajando en Fuengirola, en un hotel, y allí que me fui. Era maravilloso. Y allí conocí a la persona que cambio mi vida, mi exmujer. Ella es de Chicago y estaba allí de viaje de fin de curso. Estuvo una semana y luego conseguí el visado y me fui a verla. Terminé casándome con ella, tuvimos dos hijas preciosas y viví allí 25 años. Doy gracias a Dios de haber vivido en América porque aquello es para vivirlo.
—Después de tantas peripecias y viajes, volvió finalmente a su lugar de origen.
—Sí, volví en el año 2001 porque mi ilusión había sido siempre volver a mi pueblo. Siempre decía “cuando sea mayor, volveré”, pero como tuve hijas en Estados Unidos y estaban creciendo, pues no pude volver hasta el 2001.
—¿Cómo le recibieron de vuelta sus vecinos?
—Bien, muy bien. Como es un bar que está situado en el centro del pueblo tiene buen paso y viene mucha gente.
—A pesar de haber pasado 40 años fuera se conoce las historias de todos los granjeños.
—Es que yo soñaba mucho mucho con mi pueblo. (Se emociona y le afloran lágrimas en los ojos). Soñaba muchas veces con volver pero no podía porque tenía hijas pequeñas.
—Ahora ya sí que se quedará en La Granja definitivamente.
—Sí, esta es mi última jaula. Ahora estoy muy a gusto porque he encontrado a una compañera que me da ganas de vivir y ganas de seguir. Ella me necesita a mí y yo la necesito a ella. (Se pone melancólico). Fíjate qué corta se hace la vida. Ha habido momentos de todo tiepo pero yo a mi pueblo le adoro, le adoro. Me acuerdo mucho de mi niñez, a parte de la belleza que tiene. Yo conozco muchos sitios y ninguno tiene la belleza que tiene La Granja. Y los vecinos son todos buenos. Pido perdón si me he pasado con alguno, nunca ha sido mi intención.
—¿Qué sueños son los que le quedan por cumplir?
—Volver a Francia al sitio donde estuve trabajando y montar un campo de golf de 18 hoyos de miniaturas, y en cada hoyo, una miniatura de Segovia. Me fijé en ello en Estados Unidos y me habría encantado hacerlo igual aquí con las Fuentes de la Granja y monumentos de Segovia como el acueducto, el alcázar… Pero no tengo los medios económicos para hacerlo, además de que se necesita mucho terreno, unos 10.000 metros cuadrados, y montar un zoológico pequeño dentro, y una terraza… Sé que tendría mucho éxito.
