El pasado domingo, 13 de marzo, cuando se hacía de noche, saltaron todas las alarmas al enterarnos de que el técnico de la Gimnástica Segoviana, Manu González, había sido cesado. Los malísimos resultados acaecidos, y la presión solapada por muchos aficionados, habían hecho el resto para la toma de decisión por el presidente y la junta directiva del club.
Antes, el 8 de marzo, en este periódico, el entrenador Manu, tocaba ciertos aspectos relacionados con la nefasta situación del equipo en la tabla y cuál podría ser la causa de tal desaguisado; es decir, acudió a un particular confesionario para intentar justificar esa falta de puntos que había llevado al equipo a estar en los números rojos del descenso. Aludió a que “hay que generar más ocasiones”, que hay que “tirar más a puerta”, que “a veces no acabamos las jugadas”. En fin, cuestiones que hace tiempo habían sido percibidas no solo por los aficionados, sino también por los profesionales de los medios de información deportiva.
Y el saco de las desdichas, cuando se llena demasiado, termina por romperse por la parte más endeble, que suele ser el técnico correspondiente; pero la pregunta es: ¿Esas opiniones confesadas ahora no podría haber buscado las soluciones anteriormente?
El sustituto será Ramsés, que ya conoce perfectamente a la plantilla y los entresijos que se cuecen en el vestuario, lugar donde se debe poner la teoría de la fuerza y ganas de ganar, para luego llevarla a la práctica en el terreno de juego. En resumen; si alguien pensó que el Acueducto se caería antes de que fuese cesado Manu González, se equivocó ¡Menos mal! Si se hubiese caído el monumento romano, Segovia hubiese llorado mucho más que por el cese del entrenador gimnástico.
