El patrimonio religioso de Sacramenia ha recuperado dos obras pictóricas —una en la iglesia de Santa Marina y la otra en la iglesia de San Martín— tras someterlas a un proceso de restauración desarrollado por la especialista Clara Delgado.
En concreto, en el cuadro de Santa Marina se actuó sobre todo en el retablo de la Virgen del Sagrario, situado a la izquierda del altar mayor. En él se echaba en falta el lienzo del ático, y en un principio se planteó hacer uno nuevo con las características del altar, para lo que se pidió permiso al Obispado de Segovia, que dio el visto bueno. En este proceso apareció el lienzo original, destrozado en una habitación, y es el que se ha restaurado. Representa a la Virgen de Hornuez y estaba sin bastidor ni nada, pero hoy luce espectacular.
La segunda obra recuperada es el cuadro de las Ánimas, que estaba ignorado detrás de un armario. Un óleo sobre lienzo del siglo XVIII que tenía una importante capa de suciedad y muy dañado, con el bastidor completamente desvencijado.
El proceso de restauración consistió en eliminar y sustituir el bastidor por uno nuevo y reentelarle completamente ya que presentaba tantos rotos, rasgados y parches antiguos que lo mejor era poner una tela nueva por detrás para fortalecerlo y poder colocarlo en el nuevo bastidor.
Posteriormente se estucaron las lagunas y reintegrado cromáticamente con una capa final de barniz. Aparece una inscripción en la parte inferior escrita con letras negras sobre un fondo ocre, en la que podemos leer ‘emini mei miserere mei salt…m vo… amici mei y, como podemos ver, le faltan algunas letras. Por el marco parece que formase parte de un retablo ya que está como recortado por los laterales y aparte tiene un hueco en forma de circunferencia en la parte inferior. Este hueco se ha tapado con madre para formar una imagen homogénea pero reconocible para que no se pierda su aspecto histórico. Posiblemente quede expuesto en la iglesia de San Martín.
Los trámites para la restauración comenzaron el año pasado, promovidos por el párroco, don Ángel, que pidió los permisos oportunos y necesarios al Obispado y, una vez cubierto el presupuesto, se encargó el trabajo a Delgado.
