Era un día de invierno como cualquier otro. Por eso, nadie esperaba que fuera a acabar en tragedia. Los niños habían ido a la Sandy Hook Elementary School y se encontraban en clase cuando escucharon los primeros indicios de la masacre.
«Estaba en el gimnasio y oí un ruido, como siete grandes explosiones. Los profesores nos dijeron que fuésemos a la esquina, así que todos nos amontonamos allí», relató una estudiante. «Seguí escuchando los ruidos. Todos empezamos a llorar», prosiguió.
Los maestros, en vistas de lo que se podía avecinar, les mandaron esconderse finalmente «en un despacho donde nadie nos pudiese encontrar».
Después de varios minutos de incertidumbre, miedo y tensión, llegó la Policía. «Un agente entró y nos dijo que corriéramos fuera. Así lo hicimos y nos encontramos con nuestros padres», señaló.
Otra alumna relató que los efectivos les condujeron fuera del edificio, pero antes les pidieron que se tapasen los ojos. «Todo el mundo estaba llorando», contó.
Por otro lado, el padre de un estudiante admitió haber vivido instantes de «auténtico terror» al enterarse de lo sucedido. «No hay palabras para describir qué sientes cuando tu hijo está en un sitio que está siendo atacado con violencia y no conoces los detalles del hecho ni la situación de cada niño».
«Ha sido espantoso», reconoció otro progenitor.
