Margarita Lavirgen, alcaldesa de Castrojimeno, apenas duerme desde el día del apagón analógico. Marzo se llevó consigo la señal de televisión, y ahora los vecinos —37 empadronados en 2009— no pueden ver fútbol ni telenovelas, lo que supone casi un drama para un pueblo de alta edad media y donde el único bar, regentado por la asociación San Sebastián, solo abre los fines de semana.
“No lo estoy pasando bien, la gente viene a mí a quejarse, como si la culpa fuera del Ayuntamiento, y no puedo dar una solución”, declara la regidora, una septuagenaria que ha decidido, en vista de la situación, armar ruido con el ánimo de intentar resolver un conflicto que afecta a la inmensa mayoría de las viviendas, a excepción de las situadas en la parte alta del pueblo.
El enfado es unánime. “Yo tengo televisión, pero está de cuerpo presente”, explica Engracia Severiana, una brava octogenaria capaz de reconocer que, a falta del entretenimiento que ofrecía la televisión, su marido y ella regañan “muchísimo más que antes”.
“Nos sentimos engañados”, insiste una y otra vez la alcaldesa, recordando que, a finales de 2008, en el BOE se publicó un convenio sobre la televisión digital, firmado por el Estado y la Junta, donde se enumeraba los municipios que tendrían cobertura para el nuevo sistema, figurando entre ellos Castrojimeno. La realidad ha sido otra.
La primera mala noticia llegó en marzo de 2009, cuando el Ayuntamiento recibió un escrito de la Dirección General de Telecomunicaciones de la Junta donde se informaba que la recepción de la señal habría de ser vía satélite. En Castrojimeno no gustó tal opción. Se defendió que el pueblo contaba con una correcta infraestructura, y que bastaba con su digitalización. Pero la Junta no accedió. Argumentó que tal digitalización costaría unos 80.000 euros y que, al tratarse de un municipio de menos de cien empadronados, no podía asumir esa inversión. “Nos vinieron a decir que teníamos que aceptar que la señal llegara por vía satélite”, rememora la alcaldesa.
Tal y como se preveía, el apagón analógico llegó, dejando a Castrojimeno sin televisión.
El Ayuntamiento contactó con la empresa propietaria del repetidor en uso [Abertis Telecom] para preguntar qué valdría su digitalización. La respuesta fue clara: 63.605,12 euros. A esa cantidad habría que añadir, en concepto de mantenimiento, 7.509,84 euros el primer año, debiendo revisarse esa cuota anualmente con arreglo al IPC.
“El Ayuntamiento no puede asumir ese gasto y no hay organismos que nos puedan dar subvenciones por ello”, dice Lavirgen.
Así que Castrojimeno no tuvo más remedio que volver de nuevo la vista hacia la solución por vía satélite. Pero sus condiciones tampoco son del agrado de los vecinos. La Junta cede, en principio por un periodo de cuatro años, una antena parabólica y un decodificador a los empadronados que, eso sí, deben pagar la instalación. Los no empadronados no tienen ningún tipo de beneficio.
Después de haber consultado a diversos instaladores autorizados, los vecinos ya saben que los precios más económicos son 150 euros (en el caso de los empadronados) y 365 (si no están empadronados). A unos y otros, los precios les parecen “elevadísimos”.
Así que han iniciado una recogida de firmas, logrando en pocas semanas cerca de 175 rúbricas, ya remitidas a la Delegación Territorial de la Junta en Segovia.
La abundancia de periodistas suple en los últimos días la falta de televisión en Castrojimeno, uno de los pueblos con mayor belleza paisajística de la provincia. Los vecinos atienden de buena gana a los informadores, presentando testimonios de todo tipo, desde duros hasta graciosos.
Entre los primeros figura el de María Victoria Fresnillo: “Aquí no se ve la televisión, no tenemos cobertura de teléfono móvil y no hay ADSL. ¿Alguien me puede negar que seguimos en la Prehistoria?”. A su lado, una mujer explica una escena familiar, la que ocurre en su casa cada noche desde que no hay televisión, cuando su marido, nada más cenar y a falta de otro entretenimiento, la pide que se vaya al lecho con él. “¿Pero qué vamos a hacer en la cama, tonto, si tenemos ya 80 años?”, espeta ella, para regocijo de quienes la escuchan.
En Castrojimeno, ahora, el único pasatiempo es juntarse para charlar y para reir. Como antes.