Aunque la Sociedad del Collage de Madrid la componen artistas con personalidades , técnicas y trayectorias profesionales bien diferenciadas, realiza con periodicidad calculada sesiones colectivas en las que se propone obtener resultados inesperados de creación participada, reproduciendo metodologías creativas ya ensayadas en las vanguardias surrealistas, dadaístas, expresionistas y tantas otras posteriores. Creación y juego van de la mano, individualidad y colaboración se integran, el todo final siempre es más que la mera suma de las aportaciones individuales. En la Sociedad estos trabajos se conocen como «Los Cruzados». «Esto es lo que nos sucede cuando algunos de los miembros de la Sociedad de Collage de Madrid decidimos sentarnos alrededor de una mesa para intercambiar, compartir, juntar, fusionar, recortar y pegar papel sobre papel bajo un tema acordado por los participantes. Las ideas de un socio complementan a las de otro que anteriormente suma las suyas a las de otro anterior. Trabajos a 4 manos realizados con la única intención de dejarse sorprender por lo que el otro es capaz de aportar y en consecuencia, mejorar. Es la magia de compartir» (Juan Carlos Monroy)
La exposición que aún podemos ver en Palacio Quintanar de Segovia aúna la creación individual de los artistas que presentan sus obras (Ana Benítez, Susana Blasco, Cristina Carroquino, Cless, Eva Cruz, Erre Gálvez, Sr. García, Aurora Gorrión, Maite Ortega, Miluca Sanz, Javier Serna, Álvaro Sobrino) y el empeño colectivo de asumir el reto que el centro segoviano les propuso: interpretar algunas de las leyendas más conocidas de la ciudad de Segovia. Se trata de integrar lo popular de la tradición oral y la metodología creativa del collage en su libertad y diversidad, herencia y azar, compartiendo imaginación y sensibilidad, libertad y simbología. Sin duda que las leyendas populares conservan su valor y vigor en la memoria colectiva en el acto narrativo de la repetición de generaciones a generaciones y en la riqueza de la interpretación y en la sutileza de la actualización que conllevan. Tanto el arte como la mitología no tratan de verdades inequívocas sino de prácticas repletas de credibilidad, de poesía y de emociones que dan identidad a las colectividades. Palabra y papel permean su ductilidad y simbolismo. Las leyendas populares y el collage fundamentan su significado en el sincretismo de elementos diversos, ajenos, insólitos, desvelando nuevos significados a los viejos materiales, a las antiguas memorias. En el collage y en las leyendas nada es irrelevante, ni caduco, ni pobre, muy al contrario, el significado surge de la capacidad de revivir la memoria, de actualizar lo sido, de proyectar más allá de las apariencias un nuevo valor. En el collage y en las leyendas la sorpresa no surge del ruido, ni de las grandes producciones, no son espectáculos llamativos, tampoco pasajeros. El proceso es más relevante que el resultado mismo, el intento más que le éxito, la síntesis más que la rentabilidad. El a veces banalizado «corta y pega», que con frecuencia es sinónimo de falta de creatividad y de ética en las nuevas tecnologías, en el collage y en las leyendas es sinónimo de invención, de descubrimiento, de sincretismo, de tolerancia, de creación compartida.
Las piezas expuestas en esta exposición son piezas originales y únicas, que intentan releer y resignificar en lenguajes otros los momentos históricos, personajes singulares, monumentos milenarios y lugares emblemáticos, todos cargados de simbología, de la memoria y del imaginario colectivo segoviano: La leyenda de la Mujer Muerta (8 piezas), la de María del Salto (3), la del Acueducto (3), la de la calle de Muerte y Vida (2), la de la Casa del Cordón (1), la de Leonor y Adrián (6), la del Corpus Christi (3), la del Cristo del Mercado (1), son los anclajes narrativos que los artistas han tomado como referencia e intuición para crear los 27 collages de la exposición.
Al margen de gustos y afinidades personales la imagen enriquece la iconografía de las leyendas con elementos visuales y materiales diversos e incluso extraños y sorprendentes. Se mantienen reconocibles las narraciones pero cambian los relatos, a veces con recursos críticos e irónicos novedosos, sin perder un ápice de su simbología. El papel con imágenes fotográficas, el cartón, el metal, los hilos, los grabados o incluso la imagen digital, nos sugieren nuevas lecturas de las leyendas que despiertan la memoria en la que se sigue proyectando nuestra identidad difusa, apenas dormida.
Los collages conservan siempre el rasgo e impronta original de los papiers-collés (papeles pegados) que les dieran Picasso, Braque, Gris en lo que se dio en llamar el Cubismo sintético en las primeras vanguardias del siglo XX. Se tomó la decisión de no representar el objeto sino incluirlo en la obra misma, fuera un espejo, la enea de una silla, el papel de un periódico o el envase de unas hojillas de afeitar. El collage pega, integra, suma, acumula elementos, objetos, planos, dimensiones, perspectivas, tamaños, formas, texturas, colores, generando una representación nueva de la realidad, del mundo a partir de la desrepresentación. Todo collage es un metalenguaje, poderosa simbolización, metáfora plena, desplazamiento sorprendente de significados. Plena participación que invita al espectador a completar su significado.
Casi de la mano de Herta Wescher en su La historia del collage, la exposición de collages de Palacio Quintanar es una memoria viva, una síntesis excelente de todos los movimientos, lenguajes, experimentos anteriores del collage, del cubismo sintético al futurismos, dadaismo, constructivismo, surrealismo.
La exposición, como otras, ilustra cómo el collage ni es ni fue mera decoración, ni artesanía, ni tan siquiera técnica, sino definición precisa de la cultura y del hombre contemporáneo (Gillo Dorfles), confirmando su fuerza generatriz en la creatividad moderna, en sí misma «una de las más fecundas ideas del arte contemporáneo» (A. Ràfols Casamada).
