Hace escasas fechas me encontré con mi ya antiguo amigo de vecindad en el Real Sitio, entonces La Granja, más tarde contrincante en pruebas de atletismo de veteranos, Rufo Sanz, buena persona donde las haya, y me contaba, entonces ajeno a lo que casi horas más tarde, en la madrugada del martes 18, iba a ocurrir, que tras veinte años de dedicación e intensa entrega pedía el relevo de presidente del Banco de Alimentos de Segovia, cargo que no parece tener overbooking de aspirantes, pues me decía que la juventud hoy no quiere responsabilidades; imagino su estado de ánimo tras la inhumana y despiadada infamia del robo que el martes 18 desmantelaba la nave de esta benéfica entidad en el Polígono Industrial de Hontoria, y se llevaba 5 toneladas de alimentos básicos y productos de higiene infantil, un ordenador, una impresora, por valor de unos 15.000 euros, y hasta la furgoneta de distribución del material valorada en más de 70.000 euros, donado todo ello por caridad para las personas y familias más necesitadas, destrozando de paso las dependencias del “Banco”. Con ello se ayudaría a unas 2.000 personas.
Este desagradable suceso ha sido noticia en los medios nacionales.
La policía, con su reconocida rapidez y eficacia, ya anda siguiendo pistas para esclarecer tan nefasta fechoría, y pronto darán a estos delincuentes sin medida en sus actos el ejemplar merecido.
Como decía el maestro del arte de Cuchares Rafael El Gallo “hay gente pa tó”, desde la inhumanidad de éstos que no hacen como los bandoleros buenos que robaban al rico y socorrían al pobre, sino que roban a los más pobres de entre los necesitados, a la bonhomía de Rufo que desde el día que pateando Madrid le dieron la Revista benéfica “La Farola”, diario que se explica con la frase “El periódico que da pan y techo”, diario que distribuyen sin techo, mendigos y menos favorecidos, cuyo contenido movió su caritativo corazón y dirigió sus otrora atléticos pasos hacia los desfavorecidos segovianos poniéndose al timón de esta benéfica organización. 20 años de entrega personal, su tiempo, su ocupación y su preocupación por los necesitados sin que una mano supiese lo que daba la otra, y sin conocer quiénes eran sus miles de favorecidos.
Entre lo positivo del caso, varias entidades y personas han comenzado a enviar ayuda para reponer lo robado, siendo justo y necesario y muy halagüeño citar al alcalde y consistorio de Torrecaballeros que del 20 al 27 de este mes recogen alimentos para tan encomiable fin, así como los de Palazuelos o Navas de San Antonio, y de otras provincias como Valladolid o Ávila, y personalidades como la Consejera de Familia e Igualdad de Oportunidades, la Subdelegada del Gobierno o la alcaldesa de Segovia.
No hay delito más repulsivo que quitar lo que, por caridad, solidaridad y justicia, el “Banco de Alimentos” tenía preparado para los, cada vez más numerosos, necesitados. Si según el dicho popular “quien roba a un ladrón tiene cien años de perdón”, no hay pena suficiente para el que roba a un necesitado, y menos si son miles los dannificados, tendrán “cien años de pena”. Que la misericordia divina los perdone e ilumine para su arrepentimiento, y mi amigo Rufo prontamente vea complacido las naves del Banco llenas de nuevas donaciones, porque, gracias a Dios “hay gente pa to”, para lo más deleznable y para lo más plausible.
