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Chomsky, la autocensura y el General de Atrezo

por Santiago Sanz Sanz
9 de abril de 2023
en Tribuna
SANTIAGO SANZ
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¿No tienen la sensación de que algunas de las imágenes o instantáneas de la actualidad, se parecen demasiado a las del pasado y que la sombra de la corrupción salpica a las instituciones, sin que la alarma social se dispare? Van a tener que disculparme si, de puntillas y a modo de introducción, vuelvo a mencionar a Chomsky. No tengo otra opción. Para él, respecto al hecho de “opinar” y a la hora de afirmar sobre asuntos generales o más precisos, dice que, independientemente de la trascendencia, solemos estar sometidos a un ejercicio de autocensura. Le compro que, el sesgo cultural suele troquelar nuestras percepciones y lógicamente, también las opiniones derivadas de ciertos acontecimientos puntuales o las reacciones a las imágenes que los inmortalizan pero, dadas las circunstancias actuales y con tantas sensibilidades a flor de piel, tengo la impresión de que, esta detracción de hoy en día, es más consciente que subliminal, sobre todo, cuando prolifera la sumisión política y la complacencia o también, cuando se busca que, todo aquello que se opine, de constituir un hecho punible, lo sea, sólo y exclusivamente, para la propia conciencia. Así que, en esa misma sintonía y puede que, mordiéndome un poco la lengua, déjenme comentarles:

Sonará un poco contradictorio si les digo que, a pesar de haber vestido el uniforme desde los dieciséis años “no me gusta ver uniformados”. Ojo, que no lo hago rememorando alguna letra ochentera del “punk radical vasco”, no. Me refiero a que “no me gusta verlos en determinados contextos”. Vaya por delante que, salvo los desacompasados y arrítmicos, tick toks coreográficos, no me parecen nada mal la producción de imágenes de elementos de uniforme que, como objetivo, tengan la proyección de una mayor y mejor sintonía con la sociedad mediante el uso, por ejemplo, de las nuevas tecnologías, aunque también les comento que, instituciones como el Ejercito, Guardia Civil y Policía, son, afortunadamente, las que menos lo necesitan. Es la propia sociedad quien se encarga de otorgarles unos amplios niveles de “confianza” y su imagen, históricamente viene forjada por el propio trabajo del día a día de quienes prestan servicio en sus filas. Esa y no otra, es la mayor de las garantías para que, junto con la sanidad pública, de nuevo, sean posicionados como unas de las instituciones mejor valoradas por la sociedad. Semejante crédito, no es otra cosa que un sinónimo de credibilidad y de reconocimiento moldeados por una cuidada neutralidad y rigor profesional, predominando una gran vocación de servicio público y en muchísimas ocasiones, altas dosis de sacrificio para compensar la falta de recursos que, si tenemos en cuenta el gasto público de otras administraciones, evidenciaría un verdadero agravio comparativo.

Sin embargo, sobre ese compendio de cualidades y garantías, que muchos ciudadanos reconocemos y que la imagen del uniformado proyecta de manera positiva, se ciernen reflexiones sombrías sobre la posibilidad de que pudiera darse el caso, de que hubiera quienes, por capricho, un uso espurio de la misma o mera estrategia política, no dudasen en utilizarla, ponerla en riesgo o incluso, algunos, de esos que llevan toda la legislatura agazapados a la sombra del Gobierno, intenten destruirla.

Más que nunca, es necesario denunciar esa circunstancia de deterioro, por descuido o intención, de la imagen del uniformado y sugerir que sus aportaciones y presencia en el contexto mediático de un Estado de Derecho, deberían limitarse, en exclusiva, a cuestiones técnicas relacionadas con su cometido profesional y siempre, quedando al margen del encuadre político. Porque luego, no pueden extrañarse si, a un ciudadano con un mínimo de criterio y pensamiento democrático, le genera cierta grima o rechazo, determinadas escenas en las que, desde el atril político y bajo el foco mediático, se haga participe de la palabra o se utilice como atrezo, a un general uniformado. Y aunque, como bien dice Chomsky, “permanezcamos todos callados”, no hace falta tener muchos años o “estar muy viajado” para saber que, determinadas imágenes, parecen están rememorando a otras del pasado o son el sello recurrente de latitudes con el ambiente más caldeado. Ya saben, aquellos lugares donde los políticos usan guayabera o chándal y los militares, gafas de sol y gorra de plato.

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