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Chistorras, soles y lechugas: la dieta mediterránea de la trama Koldo

por Javier Gómez Darmendrail
6 de octubre de 2025
en Tribuna
JAVIER GOMEZ DARMENDRAIL
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En España ya no tenemos corruptos, tenemos gastrónomos de la corrupción. Los viejos tiempos de maletines con billetes o comisiones escondidas en paraísos fiscales están superados porque son demasiado vulgares, demasiado poco creativos. Aquí se innova. Aquí se celebra la trama gourmet.

Somos un país tan surrealista que hasta la corrupción tiene denominación de origen. Algunos no roban con maletines de lujo ni con cuentas en Suiza: aquí se corrompe con chistorras (billetes de 500 euros), soles (billetes de 200 euros) y lechugas (billetes de 100 euros). Koldo García no necesita un máster en Harvard, le basta con un delantal y un buen bar de carretera. Mientras tanto, Ábalos hablaría en clave pero en genérico; “folios” o “cajas de folios” significaba dinero en efectivo.

Porque, vamos a ver, ¿qué mejor símbolo del poder patrio que la chistorra? Ni la paella, ni el jamón ibérico. No, señores: la chistorra, esa longaniza humilde, grasa y roja, se convierte en metáfora perfecta de la España donde se engordan bolsillos a la par que arterias. La trama Koldo nos ha enseñado que para lubricar contratos públicos no hace falta champán francés, basta con que la cosa sepa a Navarra y deje su huella en la servilleta.

Y luego están los soles, que ya no son los de la Guía Repsol ni los de la playa de Benidorm, sino esa divisa resplandeciente que ilumina la contabilidad creativa. Un sol aquí, otro allá, y de pronto tienes un eclipse fiscal de campeonato. Lo fascinante es la estética, porque antes se hablaba de “comisiones”, palabra seca, sin poesía, y ahora se habla de “soles”. Mucho más lírico. Suena a recompensa solar, a energía renovable de la corrupción. A lo mejor la Unión Europea debería contarlos dentro del plan verde, como a la lechuga. Los soles sirven de moneda metafísica, equivalen a un favor, a un empujoncito, a ese “tranquilo, que yo te lo arreglo”. Corrupción solar, luminosa, ecológica casi.

Pero lo que corona este festín es el folio. Un folio puede ser el arma del crimen más elegante: discreto, blanco, cuadrado. En apariencia inocente, como un mantel de restaurante limpio antes de comer, los folios de la trama Koldo no servían para escribir ideas, ni para firmar contratos serios, eran folios para empaquetar, disimular y, si se tercia, improvisar una cuenta de chistorras en la taberna.

El resultado es un cóctel surrealista: chistorras para comer, soles para brillar, lechuga para acompañar y folios para ocultar. Un cuarteto castizo, tan ibérico como el toro de Osborne o el “vuelva usted mañana” de Larra. Y mientras tanto, los ciudadanos, como siempre, a dieta de migajas, porque las chistorras, los soles, las lechugas y en definitiva los folios, nunca caen al plato del votante, sino que se sirven en reservados con menú degustación. Nosotros miramos desde fuera, oliendo el humo y pagando la factura.

Así que, al final, la trama Koldo no es un escándalo, es un homenaje al ingenio español y a la capacidad de dar un giro gastronómico a la corrupción. Podrían haber sido maletines, pero eligieron chistorras. Podrían haber sido euros, pero eligieron soles. Podrían haber sido expedientes, pero eligieron folios.

Si Cervantes viviera, metería a Koldo como personaje en los Entremeses. Y si Berlanga levantara cabeza, rodaría la secuela de Plácido: “Todos a comer chistorra”, patrocinado por el Ministerio correspondiente, o “Koldo el sobrecogedor”, es decir, el que coge sobres.

 

La trama Koldo ya no es un caso de corrupción, es un género teatral: mezcla de zarzuela, carnaval de Cádiz y película de Berlanga. Con la diferencia de que en el cine pagas entrada una vez, pero aquí los espectadores –los ciudadanos– seguimos pagando el espectáculo con cada impuesto. Esta trama no es solo corrupción, es una antropología nacional, porque en un país donde las mordidas se sirven con chistorra, se pagan en soles y se justifican con folios, Berlanga lo habría filmado como comedia, aunque nosotros lo sufrimos como drama.

Mientras tanto, Ábalos calla, el PSOE mira a otro lado y Sánchez sonríe en la tele. Como si nada. Como si la chistorra fuese un bulo, los soles una metáfora y los folios un simple trámite administrativo.

Pero la verdad es más sencilla. En este país algunos roban con grasa, con brillo barato y con papeles falsos. Chistorra, sol, lechuga y folio. Menú completo. Pago a escote. Y el ciudadano, otra vez, de postre.

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Edición digital del periódico decano de la prensa de Segovia, fundado en 1901 por Rufino Cano de Rueda

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