La historia de Chema Esteban en la Gimnástica Segoviana está marcada por más recuerdos bonitos que tristes, pese a que tengamos la tendencia de acordarnos solo de estos últimos. Con quince años comenzó a despuntar y fue reclutado por el Real Valladolid, junto a su hermano César, en un viaje con billete de vuelta al concluir su etapa juvenil. De nuevo en la Gimnástica, Chema peleó por hacerse con la titularidad con grandes guardametas – como Carmelo del Pozo – y con varias lesiones consecutivas que lastraron su progresión. Como uno de los capitanes del equipo, junto a Óscar Barreno, sofocó una amenaza de plante de la plantilla en la campaña 96-97 y, una temporada después, pese a que en un principio renunció a jugar en el equipo azulgrana al recibir una propuesta que consideró indignante, finalmente acordó su continuidad al lesionarse David Durán. Era la campaña de Villaviciosa, la del ascenso frustrado en el tiempo de descuento ante el CD Lealtad, la del despeje que pegó en la espalda de un contrario y entró en la portería de Chema.
Hace unos días estuve hablando con él por teléfono más de una hora. Charlamos de su etapa en la Segoviana, de su retirada pasados los cuarenta y, cómo no, del partido de Villaviciosa. Es fascinante descubrir cómo puede un error deportivo convertirse en una oportunidad que te cambia la vida, y no siempre para mal. Si Chema aquel día en Asturias bloca el balón, la Gimnástica hubiera ascendido y él, muy probablemente, se hubiera quedado en Segovia para jugar en Segunda B. Con la derrota, y pese a que la directiva intentó que renovara, optó por marcharse, quizá para huir o puede que para oxigenarse. En Cataluña ha tenido familia, encontrado un trabajo y dirige una escuela de porteros en Tortosa que empieza a ser referencia en la zona. Y todo por un error al que todavía hoy no encuentra explicación, y que lo sumió en una depresión. El camino hacia la felicidad, a veces, nos obliga a deambular por senderos tortuosos.
Chema es un tipo alegre y que derrocha simpatía. Guarda un recuerdo hermoso de su etapa en la Gimnástica, y considera el episodio de Villaviciosa como una “experiencia de vida”. Tenemos que aprender a relativizar las desgracias, sobre todo las deportivas.
