Muchas son las figuras políticas que se hacen “la foto” frente a un tablero de ajedrez, enfrentándose a un Gran Maestro de turno, pactando tablas de antemano, pero este no es el caso de nuestro protagonista de hoy.
Ernesto Guevara de la Serna, más conocido como “el Che”, mantuvo entre sus grandes pasiones, la literatura y el ajedrez, difícil era verle sin un libro o sin su tablero, que junto con los trebejos le acompañaron hasta sus últimos días en Bolivia. Jugaba al ajedrez siempre que tenía ocasión, toda su vida estuvo repleta de partidas, fiel reflejo de sus estrategias militares.
El Che aprendió a jugar a los diez años, y en 1939, ya con once años, se desplaza a Buenos Aires, y toma parte en las simultáneas que impartía Don Miguel Najdorf, en el marco de la VIII Olimpiada mundial, que se celebraba en la ciudad de Mar del Plata, consiguiendo hacer tablas.
Con veinte años, disputo el Torneo Universitario de Ajedrez, jugando con el equipo de la facultad de Medicina en el séptimo tablero, en esa misma época se hace socio del Club Argentino de Ajedrez.
El estilo de juego del Che podría clasificarse de intuitivo, se guiaba muy poco por la teoría, prefería un juego con complicaciones tácticas, basado en sacrificios, ataques raudos al rey enemigo, buscando siempre la iniciativa desde la apertura, le encantaban las partidas rápidas a cinco minutos.
En 1962, en el Hotel Habana Libre, se celebraba el 1º Torneo Internacional “Memorial Capablanca”, del cual fue su precursor, el Che se enfrenta por segunda vez al Gran Maestro Argentino Najdorf, rechazando la primera oferta de tablas y aceptándolas a la segunda propuesta tras diecisiete jugadas. También consiguió tablas con el Ex campeón Mundial, el soviético Mijaíl Tal.
Ernesto “el Che” Guevara fue promotor de la enseñanza y práctica del ajedrez entre los más jóvenes a nivel masivo en Cuba, tal es así que la FIDE le otorga en el año 2000 su más alta distinción: la Orden de Caballero de La FIDE.
