Opiniones, tuits, críticas, ofendiditos, enfados, bravuconadas… ante ello, resulta importante conocer la opinión de expertos como Teresa Baró, Tomás Navarro, Patricia Ramírez o Juanma Lillo.
Cuando hablamos de crítica pensamos siempre en algo negativo, cargado de ataques personales cuando en realidad, en su origen, comparte raíz con otra palabra: criterio. Sin duda alguna con ideas más cercanas a la objetividad y tranquilidad.
¿Por qué criticamos? En nuestra vida vamos a la máxima velocidad a todos los lados, sin el equilibrio que nos podría dar el entrenamiento en habilidades sociales, pensando que el conflicto se resuelve alzando más la voz, o insultando. Entendemos que así conseguiremos tener la razón y, en definitiva, un triunfo que nos dará poder frente a los demás.
¿Hay límites? Sí, debe haberlos. La crítica, para adquirir el estatus de ‘constructiva’ debe cumplir una serie de requisitos: ¿Realmente nos paramos a pensar si somos la persona adecuada para hacerla? Pensamos que todas las opiniones son respetables… y no, para nada. Tenemos el derecho a opinar pero, ¿sirve de algo mi opinión acerca de los complejos vitamínicos que reciben los bueyes de Kobe? Sinceramente, creo que no.
Ante todo esto, ¿cómo podemos aceptar la crítica? Tenemos diversas herramientas: Integrarla u olvidarla en función de quién la pronuncia ¿En qué contexto se ha producido y con qué motivación? ¿Intenta ayudar o provocar?. Una autocrítica equilibrada nos proporcionará una buena autoestima y una buena capacidad para responder ignorando esa agresividad, sin necesidad de tener que estar justificándonos cada segundo y mostrando una tranquilidad que nos permitirá desmontar los argumentos del crítico excesivamente vehemente.
Y, sin duda, el sentido del humor. Joaquín Reyes dice que “si alguien tiene algo malo que decir de mí que lo haga por la espalda, que a la cara solamente quiero elogios, las críticas negativas que me las hagan por detrás que, como mucho, me pitarán los oídos y eso tampoco está científicamente demostrado”.
Miguel Lago (¡qué grande!) sube un escalón más y recomienda ponerte a su nivel: “Si te dicen que estás más gordo contesta que es verdad, pero que por lo menos no eres un envidioso acomplejado”.
Ahora, el que quiera que lo lleve a su parcela: jugador, entrenador, directivo o espectador y utilice el modo que desee para lanzar la crítica… pero también para encajarla.
