Cuántas veces habremos escuchado la frase de “una bofetada a tiempo…”. En ese momento nos encontramos: un tortazo a mano abierta de cruel realidad que nos despoja de todo lo superficial y nos devuelve una imagen, la que nos encontramos frente al espejo cada día de la semana que llevamos de confinamiento (y las que nos quedan) para hacernos ver que nuestra lista de prioridades ha dado un vuelco al que intentamos adaptarnos sin rechistar, como una cuestión de mera supervivencia.
Creíamos que el fútbol, el deporte rey, era intocable. Que sus protagonistas eran dioses, que sus lujosas residencias estaban en otro planeta, inexpugnables para cualquiera y más para un bicho microscópico procedente del otro lado del planeta.
Se han suspendido las competiciones más importantes…y no pasa nada porque podemos vivir sin ello por más nos hayan querido vender durante tanto tiempo que eso era imposible. Se ha explotado la burbuja donde vivíamos y la realidad nos expone a todos por igual.
Me duele que se hable con tanta “tranquilidad” si las competiciones se disputarán en tal fecha, antes o después. ¿Quién puede saberlo? ¿Los políticos? ¿Los dirigentes federativos? ¿Realmente eso es una prioridad? Hubiese preferido que su mensaje se centrara únicamente en garantizar que llegado el momento de echar el balón a rodar, no habría riesgo alguno para nadie. ¿Partidos a puerta cerrada? Se los regalo. No soy más que un simple entrenador de equipos de base pero si su decisión fuera esa y con carácter inamovible, si de mí dependiera les ahorraría una jornada en el calendario porque me negaría a participar en algo así.
Hasta que llegue ese momento, vivamos todos los que nos vayan surgiendo en el día a día. Va a ser algo muy duro pero quiero creer (o soñar) que nos servirá a nosotros y especialmente a nuestros hijos para aprender una lección de vida permanente, lástima que haya tenido que ser una bofetada la que nos haga reaccionar para valorar lo que tenemos y la responsabilidad individual que se nos demanda vaya acompañada de un reconocimiento a todos esos anónimos que velan por nosotros. Gracias de corazón.
