Había una vez un hombre bueno, afable y con dotes especiales para la literatura y especialmente la poesía, una poesía alegre y espontánea.
Tenía una droguería, heredada de su padre, en la plaza del Corpus, que se singularizaba porque en su trastienda se celebraban reuniones literarias, a las que asistían varios personajes para comentar episodios del momento. Este buen hombre, Luis Martín García-Marcos, era amigo de Luis Cano, a la sazón director de este diario, y un buen día se presentan ambos en la Redacción y don Luis nos dice que Marcos viene a colaborar en ella. Teníamos una mesa – pupitre alargada y allí nos sentábamos 6 personas – 5 redactores y un administrativo -, por lo que Marcos ocupó un asiento a mi derecha.
Existía la costumbre de publicar en la página dos en cabeza a la izquierda un contenido de breve editorial. Cada día lo escribiamos un redactor, por lo que no es fácil ahora distinguir de quién son las decenas de comentarios de cada cual. Aunque José Montero Padilla, lamentablemente fallecido hace escaso tiempo, como buen amigo suyo que era y conocedor de su estilo literario, logró recuperar numerosos comentarios de Marcos, que publicó en un libro editado por la Academia de Historia y Arte de San Quirce en 1980. Recopila en él las Crónicas de la Ciudad, “Caracola de las noticias” y “Reportajes de ayer” sobre episodios históricos locales, publicados en “El Adelantado”, así como artículos varios aparecidos en otros medios locales y nacionales con su nombre y con seudónimos.
El ingenio de don Luis y su fina ironía le llevaron a redactar un comentario sobre un altavoz que sonaba a veces durante los entierros. El comentario provocó algunas reclamaciones. Salió el director a redacción y le dijo a su amigo: “Luis, está bien que a veces te rías de algo, pero te recomiendo que leas el escrito, y te rías de su contenido y después rompas el papel y lo tires a la papelera”.
Luis Marcos, como buen académico de número de San Quirce, conocía mucho de la historia de Segovia, por lo que escribió y publicó numerosos reportajes a doble página sobre temas históricos locales. Además, su labor literaria se extendía a otros varios escritos y poesías.
El buen humor espontáneo suyo se refleja en hechos como éste:
En el Centro Segoviano de Madrid existía la costumbre de que al menos dos veces al año vinieran a Segovia el presidente y algunos directivos, para hacer aportaciones a los establecimientos benéficos. Hubo un presidente, que se llamaba Albino Sanz. Cuando entraban al periódico para saludar a Luis Cano y a los redactores, Marcos se ponía de pie y al extender su mano para el saludo decía al tiempo, “ Al pan, pan, y Al-bino Sanz.”
El carácter abierto y bondadoso de Marcos hizo que formáramos enseguida un pequeño grupo de amigos jóvenes, dos de los cuales vivían en la plaza de San Millán y en la calle Teniente Ochoa; ambas viviendas tenían en su parte trasera sendas huertas – jardines desde los que se contemplaba la Catedral.
El día de San Roque, después de la procesión, nos reuníamos el grupo de chavales con “El abuelo” (así le llamábamos) en alguno de los jardines para saborear unos bollos y un poco de limonada bien fresca.
A don Luis le gustaba el vinillo y a media mañana cruzaba desde la redacción a la plaza de San Facundo, para visitar el bar Correos o la pequeña tasca de Antonio, seguida a este bar.
En una de estas idas y venidas le hice una fotografía, que seguramente haya sido de las últimas que protagonizó.
No mucho después marchó del periódico, y falleció en 1971. El sentimiento de condolencia fue general.
A lo que no me resigno es a no dejar en este escrito el precioso soneto que dedicó al Acueducto con el título que encabeza estas líneas, en recuerdo a su amistad y buenos consejos.
Así dice el soneto:-
¿Qué alarife trazó tu gracia altiva?
¿Qué brazos dieron a tus piedras vuelo?
¿Qué luz, no usada, se encendió en el cielo
para tu ilustre sombra pensativa?
Ceniza en vilo, plenitud cautiva
minuto exacto en el reloj de hielo
¿Cuántas lunas midieron el desvelo
de eternidad en tu cartela esquiva?
¿Qué soneto en catorce primaveras
te floreció en palomas? ¿Qué armonía
se ha rizado en tu cauce sin riberas?
Yedra del viento, soledad vacía,
sepulcro intacto de la sed…¿Qué esperas
apoyado en el tiempo todavía?
