Nueve soldados de la misión liderada por la OTAN en Afganistán (ISAF), todos ellos de nacionalidad estadounidense, perdieron la vida ayer al estrellarse el helicóptero en el que viajaban en el sur del país asiático. En el accidente también resultaron heridos otros dos militares de la Alianza, un uniformado afgano y un civil norteamericano, que fueron trasladados a un hospital para recibir tratamiento.
La coalición internacional señaló que en el lugar en el que se estrelló el vehículo no se había registrado fuego enemigo e informó de que ya se ha abierto una investigación para esclarecer lo ocurrido. No obstante, diversas fuentes afirmaron que podría tratarse de un atentado obra de los insurgentes talibanes.
Con este incidente ya son 529 los soldados de la coalición fallecidos en 2010, lo que convierte este año en el más mortífero para la ISAF desde que comenzó la guerra, en 2001, según la página web iCasualties.org. En 2009, que es ya el segundo más sangriento para las tropas internacionales, murieron 521 militares.
En estos momentos, cerca de 150.000 uniformados extranjeros, con el apoyo de unos 300.000 afganos, luchan para combatir a los rebeldes en Afganistán.
Precisamente ayer, el mulá Muttawakil, el último ministro de Asuntos Exteriores de los talibanes antes de la caída del régimen, manifestó en una entrevista que no habrá paz en el territorio hasta que las tropas foráneas se vayan de Afganistán y que las elecciones del pasado fin de semana no resolverán el conflicto que sufre la nación. «Teníamos un Gobierno y los extranjeros lo atacaron con una guerra desequilibrada. Rechazaron a los talibanes y les quitaron sus derechos políticos. Son ellos quienes han traído la actual guerra», comenta.
Antiguo secretario del mulá Omar, Wakil Ahmad Muttawakil decidió quedarse en el país durante la invasión de las tropas de Estados Unidos, en el año 2001, y tras tres años preso, vive ahora sin llamar la atención en un barrio kabulí de calles sin asfaltar.
Muttawakil sigue siendo a todas luces un talibán, pero sus modos mesurados le han situado como un «moderado del integrismo», y su nombre salta a la palestra cada vez que Washington o el Gobierno afgano mencionan la necesidad de dialogar con los insurgentes.
Ahora dice que está contento por la retirada de su nombre de la lista de personas asociadas con el terrorismo del Consejo de Seguridad de la ONU, un gesto que los analistas ven como una señal de deshielo para iniciar conversaciones con los rebeldes.
Aunque asegura que no tiene contacto con el mulá Omar, en paradero desconocido, y niega cualquier apoyo de Pakistán al movimiento, los analistas especulan con que Muttawakil pueda servir como una especie de «mediador» en la capital afgana.
Sobre las elecciones celebradas en su país el pasado fin de semana, el ex dirigente talibán cree que «no van a resolver los problemas afganos» y quedan limitadas a «la parte que controla el Gobierno» que dirige Hamid Karzai.
«El problema entre el Gobierno y los talibanes es de confianza. Los insurgentes afirman que este proceso de paz no es de reconciliación sino de integración. Con él, intentan atraparnos para separarnos», se queja.
Posible fraude
Mientras, tres días después de que se celebrasen los comicios, la Comisión de Denuncias Electorales informó ayer de que ha recibido alrededor de 3.000 quejas formales y cerca de 1.700 verbales relacionadas con la jornada.
Uno de los cinco comisionados, Ahmad Zia Rafat, adelantó que «la mayoría de las denuncias se refieren a irregularidades durante los sufragios, a la mala calidad de la tinta y a la interferencia de responsables de los Gobiernos provinciales y de elementos influyentes», prosiguió.
Las 1.700 quejas verbales no obligan a abrir una investigación formal, pero pueden contribuir a las conclusiones finales sobre la credibilidad de los comicios. «No podemos invalidar las denuncias por teléfono, dado que nos pueden dar una panorámica de lo que ha sucedido», precisó.
