Es en Burgos, allá por el s. IX, donde aparece por primera vez la referencia a la tierra de los castillos. Castilla surgió como entidad política autónoma bajo la forma de condado vasallo de León, y no sería reino hasta el s.XI.
“Castilla, tierra de castillos: he aquí el significado del nuevo nombre llamado a alcanzar grandes destinos”, dijo Claudio Sánchez- Albornoz. Y también señaló que Castilla, uno de los grandes reinos de Europa, nace de un conglomerado de viejas tribus españolas, en una encrucijada de caminos y en una encrucijada histórica. Y añade algo que hoy pudiera ser mal entendido y quizás considerado inadecuado por esos indocumentados que quieren decidir sobre lo que se puede o no se puede decir, pero que es rigurosamente cierto: “Castilla nace en una época de lucha ideológica y religiosa entre dos concepciones opuestas de la vida, del hombre y del mañana: islamismo y cristianismo”.
Muchas veces se olvida la importancia de Castilla en la génesis de España. Los castellanos, quizá por ser excesivamente austeros, no hemos sabido resaltar nuestros valores ni la labor política y social que llevamos a cabo durante la Reconquista; y también después.
Pero la realidad es que las leyes, la religión y la literatura castellanas, que tenían más prestigio, se impusieron a las del resto de reinos: León, Aragón, Extremadura, Navarra, los cuatro reinos de Andalucía (Córdoba, Jaen, Sevilla y Granada) y Murcia. Y son precisamente todos ellos los que empiezan a llamar lengua castellana a su lengua nacional.
Por ello, no deja de ser hilarante el hecho que se denominen comunidades históricas al País Vasco y Cataluña, que por cierto nunca fueron reino, como se desprende del hecho que D. Juan de Borbón adoptase el título de Conde de Barcelona, inherente a la condición de rey de España. Sin embargo Castilla al parecer no es comunidad histórica, y sí lo son el País Vasco y Cataluña, simplemente porque en la II República aprobaron un estatuto de autonomía.
Como escribió Miguel Delibes, “A Castilla se le ha ido desangrando, humillando, desarbolando, poco a poco, paulatina, gradualmente, aunque a conciencia. Se contaba con su pasividad, su desconexión, la capacidad de encaje de sus campesinos, de tal modo que la operación, aunque prolongada, resultó incruenta, silenciosa y perfecta.”
Y como remate, cuando se decidió cuáles y cuántas serían las autonomías, a Castilla se la dividió, se la troceó. Posiblemente el conformismo castellano viene de su adaptación a todas las circunstancias que se le presentan, pero como afirma Lorenzo Silva, es curioso que Castilla pase por ser una tierra inerte cuando en cierto modo construyó España.
Cuando Machado escribió aquello de “Castilla miserable, ayer dominadora, envuelta en sus harapos desprecia cuanto ignora”, nunca pudo imaginar que llegaría un día en que Castilla tendría que pagar a los catalanes 780 millones de euros, que es a lo que tocamos los castellanos sobre los 15.000 millones de todos los españoles que este gobierno ha prometido a los separatistas, que no a Cataluña. Si quiere saber a lo que toca su familia, no tiene más que multiplicar el número de miembros por 312,5 euros y conocerá su aportación personal al regalo que Sánchez pretende hacer al independentismo catalán con nuestro dinero, como premio por seguir en La Moncloa. Un despropósito. Y todavía tenemos que escuchar y aguantar que esos independentistas enemigos de España repitan como papagayos que “España nos roba”. ¿No será al revés?
España es un gran país que tiene de todo, pero que como dice un buen amigo, Dios debió pensar que se había pasado y para compensar nos colocó estratégicamente a unos separatistas para que nos dieran guerra y nos aguaran un poco la fiesta. Pero como hemos aguantado ya de todo, también podremos con esta tropa de resentidos que pretenden la destrucción de una nación espectacular.
