Elena lo está pasando mal, muy mal desde hace poco más de una semana, cuando estalló la bomba de la gripe porcina. Nacida en México DF hace 30 años y afincada en Madrid con su marido, Luis -de Bilbao-, está enchufada permanentemente a la CNN y a los demás canales americanos de noticias. Siente mucho miedo por lo que pueda pasarle a su familia, a sus amigos, a sus conocidos, a su país. Hace poco, la OMS declaró el nivel 5 de alerta…
«Todo es muy raro. Solo sé lo que veo en la tele y lo que me cuenta mi madre desde allá, casi parece como una película -su esposo es guionista de televisión y cine, ¡cruel paradoja!-, como si no fuera de verdad». Y es que cuesta creer que en una ciudad tan bulliciosa e hiperpoblada -más de cinco millones de habitantes en 2005- como la capital azteca esté todo cerrado: no hay espectáculos, cines, teatros, no hay restaurantes ni bares, la gente no sale a la calle, la gente usa tapabocas cuando deja la casa, no hay misas. El futbol a puerta cerrada. No hay escuelas ni universidades…
¿Y qué han hecho tus amigos y familiares? «Mis primos que estudian se han quedado en casa. Han cesado las clases hasta el lunes. Mis padres siguen más o menos con su vida normal, pero con preocupación, con la idea de que, como se pongan a toser, llamen seguidito al doctor».
Se dice que la nación centroamericana está absolutamente desbordada con esta epidemia. Elena confía ciegamente en las infraestructuras y en los medios de que goza la Sanidad allí. Espera que el Secretario de Salud, José Ángel Córdova, esté en lo cierto. Solo pueden confiar en él y en su Ejecutivo. Hay un pero que no ha sido muy tenido en cuenta en el alud informativo que recorre el mundo entero: «Lo único que es un lío es que se pongan de acuerdo el Gobierno federal con el local de México DF». Por lo demás, cree que el sistema de salud esta funcionando muy bien y que la solidaridad de sus compatriotas es indudable. Se enorgullece de ellos. Y mucho.
Por lo que le cuenta su familia vía internet o telefónica, la información que se suministra a la ciudadanía es verídica y oportuna. Están constantemente repitiendo en los medios de comunicación las precauciones que tiene que tomar la gente. No aprecia miedo, ni histeria, ni pánico. Sí la lógica preocupación.
Luis lo pasa mal por su mujer y por todos aquellos amigos que ha hecho al otro lado del charco, así como de la gente de allá: «México es un país apasionante, con contrastes impresionantes, por un lado, un lujo impresionante, a la americana, y a 100 metros la zona más pinche del mundo, como dicen ellos».
Todas las parejitas se van allí. «Sí, y si no fíjate en los datos, es uno de los destinos turísticos más importantes del mundo, fundamentalmente para los estadounidenses, pero también para europeos. Además, creo que Calderón estaba montando una súper campaña promocional del turismo. ¿No ves carteles de México por todas partes en los que sale la Igartiburu con el típico gorro? El varapalo va a ser tremendo. Muchísima gente vive del turismo, y si encima que hay crisis ahora… Esto es un desastre».
Cuando hablamos sobre esta incipiente tragedia humanitaria, no sabíamos de la muerte de un bebé en EEUU, por lo que nos preguntamos por qué solo había fallecido gente allí. «Ni idea, pero muchos perdieron la vida por puro desconocimiento. Creían que tenían cualquier otra cosa y lo han dejado pasar hasta que ya ha sido demasiado tarde». También puede deberse a la precariedad de los hospitales de allá… Elena no se moja y prefiere limitarse a ensalzar la sanidad privada: «Es una maravilla, con gente preparada en EEUU».
En Navidades estuvieron allí, disfrutando de unos rincones del planeta absolutamente privilegiados. Aún no se han planteado cuándo irán a ver a la familia de Elena, que no tiene pensado venir por esta pandemia -«no es para tanto», indica Luis-. Solo les queda esperar y quizás rezar. Si es que creen.
