Felipe Domingo Casas
El sábado pasado me desplacé de Madrid a Segovia, como en anteriores jornadas, con un objetivo único: asistir al partido de fútbol entre la Segoviana y el Barça B. La ciudad estaba hasta el bote, repleta. A los propios segovianos, se unían visitantes de otras provincias y turistas que calle arriba y calle abajo de Cervantes admiraban el encanto de la ciudad, sus joyas arquitectónicas: el acueducto, las iglesias románicas, la catedral, el alcázar o reservaban mesa para degustar su rica gastronomía. No pude menos que acordarme de la soledad de Valencia en estas fechas y de sus pueblos, atormentados por la tragedia que les ha acaecido.
Para narrar la crónica de este partido, mi propósito, que ya ha sido reflejada con mucho acierto en este periódico por Javier Martín Mesa, no es lo más pertinente acudir a la liturgia cristiana, aunque por un intercambio de mensajes, que explicaré, he descubierto la relación. La iglesia católica romana concentra en cinco meses del año la vida de Jesús desde que suspira por su venida (Adviento), su nacimiento (Navidad), su infancia y familia (no sabemos si en la juventud ayudó a su padre en la carpintería o se dedicó ya al conocimiento de las Escrituras, pues los mensajes de los evangelios no reflejan este dato). Culmina su vida con la Semana Santa (la semana de Pasión, Crucifixión, Muerte y, finalmente, la Resurrección).

Entregado con fervor al equipo segoviano, que este año recorre los campos del norte de España, como recibe en el campo de La Albuera a esos equipos norteños, y el sábado recibía al Barça B., yo no podía faltar a la cita. Interesado en la marcha del equipo, puse un whatsapp a mi amigo Felicísimo la semana pasada comentándole los partidos que le venían programados esa semana: el sábado 26 juega en Balaídos con el Celta Fortuna, el miércoles 30 va a Cáceres a jugar la primera eliminatoria de la Copa del Rey, y el sábado, 2 de noviembre juega en Segovia con el Barça B. De inmediato me contestó: ¡¡Vaya semana de pasión que le espera al equipo y a sus seguidores!!
El sábado pintaba mal. Había perdido con el Celta, el Cacereño lo eliminó, tras prórroga, de la copa del Rey, pero el Barça B, convoca a 3.000 aficionados, pues se recuerda que conserva el pedigrí de su mayor. Podía ocurrir que la semana terminara en pasión bíblica. El partido transcurrió parejo entre uno y otro equipo, aunque la Segoviana tuvo que contrarrestar los goles anteriores del Barça. Apoyado por los 3.000 aficionados en las gradas, en un segundo tiempo precioso donde pudo marcar la Segoviana un par de goles, y ganar el encuentro, con los cánticos de la aficionados, “no soy del Barça, del Atlético ni del Madrid, soy de la Sego, de la Sego hasta morir”, al grito de “Sí se puede”, con palmas continuas por el coraje y buen juego que mostraron los jugadores, que no dieron un balón por perdido, se ganaron a pulso la gran ovación final, a pesar del empate.
La iglesia católica tiene tantas ganas por anunciar la Resurrección de Jesús que no espera en la Semana Santa a los tres días que escribe Pablo que tardó Jesús en resucitar. Para ella el sábado ya es de Gloria. Con el empate que logró la Gimnástica Segoviana este sábado, no fue de gloria total, pero casi. Su semana no terminó en pasión bíblica, en sufrimiento, sino en pasión entendida como devoción y gozo. Este sábado se mezclaron las dos pasiones, la de los aficionados por sus jugadores y la de estos con sus seguidores. Una simbiosis total y necesaria para que el equipo mantenga este curso la categoría en Primera Federación.