El de carpintero era un oficio cuya clientela se ceñía tradicionalmente al entorno más cercano al del artesano. Quienes necesitaban una mesa de madera, una puerta para la casa o el arreglo de una vieja silla recurrían al más próximo. Solo en raras ocasiones los trabajos del carpintero sobrepasaban los límites de su barrio o pueblo. Los hermanos Martín Rodríguez, Manuel y Jesús, rompieron hace años ese arquetipo y desde San Rafael venden hoy a todo el planeta. Lo mismo les da Rusia que Australia. Ahora, en reconocimiento a su trayectoria, la Federación Empresarial Segoviana (FES), se dispone a entregar a ambos un galardón, por su permanente espíritu innovador.
Se podría decir que los dos hermanos llevan genes de carpintero en la sangre. “Somos la quinta generación dedicada a este oficio”, asegura el mayor, Manuel. El iniciador de esta estirpe de carpinteros procedía de Nava de la Asunción. A finales del siglo XIX, la familia se asentó en San Rafael. Y ahí sigue. La ‘revolución’ llegó cuando Manuel y Jesús se hicieron cargo del negocio, a principios de los años 70. “Teníamos muchos sueños, queríamos atravesar fronteras, y poco a poco nos introdujimos en el mundo de la moda”. Así, Carpintería Martín Rodríguez S.L. empezó a trabajar con grandes cadenas de ropa, ejerciendo un papel a mitad de camino entre el de carpintero y el de decorador de interiores. Y en vista de que los dos hermanos cumplían, y bien, las multinacionales multiplicaron sus pedidos a la empresa segoviana.
“Nos mandan planos de la tienda que quieren montar, nosotros trabajamos aquí elaborando el mobiliario y cuando tenemos todo el material lo llevamos donde sea”. Un equipo de cuatro personas se desplaza al nuevo comercio, y en menos de dos semanas lo deja listo para su apertura. Menos los trabajos de albañilería y de electricidad, Carpintería Martín Rodríguez hace el resto. ¿Cuántas tiendas han montado así?. “¡Uff, no sabría decir… pero muchas!”. El lugar más exótico en el que han trabajado ha sido Siberia. “Una vez, en Riad, un jeque me puso un avión Jumbo para mí solo, ¡increíble!”, recuerda ahora Manuel, quien asegura que cuatro décadas recorriendo el mundo han sido suficientes para aprender “todos los idiomas”.
La pequeña carpintería heredada por los dos hermanos es hoy una próspera empresa, con 32 trabajadores, “todos del municipio de El Espinar”. Y, a pesar de los difíciles tiempos que corren, los propietarios aseguran que “nos sobra tarea”. En ello ha influido el hecho de que trabajan para clientes muy variados. Además de tiendas de ropa, también se encargan de montar cervecerías. En cualquier caso, dicen que no es el momento de crecer más. “Hay que esperar tiempos mejores”.
Para ambos, el premio de la FES es “un orgullo”. “Pocas veces se acuerdan de los carpinteros a la hora de conceder un premio, así que es de agradecer”, sostiene Manuel, a quien se le pone un nudo en la garganta al rememorar a su padre y sus predecesores. “Va (el premio) por todos ellos”, concluye.