El carácter surge de la mentalidad, dice Carol S. Dweck. Llegó a mis manos esta semana la historia de Maury Wills, un jugador de béisbol de los años 50 y 60 fallecido a los 90 años de edad hace poco más de cuatro meses. No había oído nunca hablar de este personaje, como tampoco tengo ni idea de béisbol, pero su historia de carácter me llamó poderosamente la atención.
Wills fue un jugador habitual de las ligas menores de béisbol en US, que llegó a firmar por el equipo profesional de los Dodgers. Nada más hacerlo, los directivos de este equipo lo enviaron de nuevo a una liga de desarrollo. Pensando que en poco tiempo llegaría su oportunidad, pasó más de ocho años jugando en las ligas menores, hasta que por la lesión de un jugador de los Dodgers, llamaron a Wills para sustituirlo.
En realidad, nuestro protagonista no era lo suficientemente bueno como bateador en aquel momento, por lo que decidió, además de dejarse la piel en los entrenamientos con el equipo, dedicar varias horas al día más no solo a mejorar su técnica, sino también a estudiar a los lanzadores y receptores rivales. Wills, en aquella época, no era precisamente un jugador joven (tenía ya 27 años), pero su carácter le llevó a superar sus carencias hasta el punto de romper el récord de bases robadas con cuarenta y siete años de vigencia (reconozco que he tenido que ir a la Wikipedia para saber qué es una base robada) y llegar a ser elegido como el mejor jugador de la Liga en 1962, con treinta añitos.
El de Maury Wills me parece un buen ejemplo de carácter para todos aquellos que, quizás con demasiada prisa o demasiada impaciencia, abandonan antes de tiempo.
