En menos de una hora, y justo después de la comida, los cimientos de Génova se tambalearon ayer con dos terremotos con hepicentro en Valencia. Cuando todo la cúpula del PP daba por hecho que el jefe de la Generalitat, Francisco Camps, iba a pagar la multa de 49.000 euros por un delito de cohecho pasivo derivado del caso de los trajes, el levantino se saltó el guión y no se presentó ante el juez a reconocer su culpa. En ese momento saltaron las alarmas ante el temor de ver en breve plazo, y justo antes de las elecciones generales, la foto del president en el banquillo de los acusados. Sin embargo, y creando aún más suspense, éste presentó su dimisión para regocijo de Rajoy, que se quita un gran peso de encima.
Tanto vaivén solo se justifica por las continuadas presiones de la dirección nacional, que ya el pasado martes deslizó, por boca de la tercera de mando, Soraya Sáenz de Santamaría, que podría haber «acciones» contra el ya ex líder del PP valenciano.
Y es que las sospechas aparecieron desde primera hora de la mañana. Víctor Campos y Rafael Betoret, dos de los cuatro encausados, cumplieron y declararon que habían sido sobornados. Pero faltaban Camps y, sobre todo, su antiguo delfín, Ricardo Costa, que había exigido a Génova una serie de condiciones para asumir sus pecados, entre ellas, ser consejero y dirigir la campaña electoral en tierras levantinas. Por lo que parece, no hubo acuerdo, y el president fue fiel a su promesa de no capitular si no le acompañaba éste.
Al final, la historia tuvo un final feliz para Génova. De hecho, el propio Camps, que apenas ha podido disfrutar de su rotundo triunfo el pasado 22 de mayo, indicó que su dimisión es un «sacrificio personal» por el bien de la Comunitat Valenciana, de España y del PP, declarándose «completamente inocente» del delito que se le imputa. Por aquello de dejarlo todo atado y bien atado, designó un par de horas después a su sucesor: Alberto Fabra, alcalde de Castellón y pariente de Carlos Fabra, sobre quien se cierne la sombra de la corrupción.
Rodeado de sus consejeros, de la alcaldesa de Valencia, Rita Barberá, y del responsable de Justicia del PP, Federico Trillo -de quien la periodista Pilar Cernuda dijo en Onda Cero que tiene «un peso mayor en el partido de lo que la gente cree»-, que le convenció de que debía dimitir, según diversas fuentes.
Un vez más, Camps arremetió contra el «sistema brutal» que ha llevado la «falsa» imputación de una investigación judicial de la que, según recalcó, se demostrará su inconsistencia porque no ha encontrado ni encontrará en él «ni un euro ni un bien más» de los que ha declarado que tiene.
El político valenciano, que defendió la inocencia del resto de procesados en su misma causa, manifestó que a partir de ahora está «liberado» para defenderse «donde corresponda de estas infamias y estas insidias» que le han llevado a tomar esta decisión, y a marcharse de la Generalitat, algo que hace «con dignidad, orgullo y honestidad», erigiéndose como el «más honorable».
«Me voy con menos de lo que vine, con mucho menos, pero me voy cargado de ilusiones, de sonrisas y de afectos de millones de personas que ustedes no conocen, y yo sí que he tenido la suerte de conocer», defendió el president, que alcanzó el poder en 2003.
