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Caloco, la niña gabarrera

por Juan Andrés Saiz Garrido
9 de marzo de 2025
en Tribuna
JUAN ANDRES EL ESPINAROK
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Desde que comencé a hurgar en la entrañas de estos montes sobre la gesta gabarrera, hace treinta años, sigo atrapado; escribir de esta historia interminable, es como si cortara leña de unas ramas que se renuevan cada día. No me canso y, para mi sorpresa, tampoco los lectores.

El año pasado, por estas fechas, tras el “bautizo” de Gabarrero de luna, la niña Paula García Hoyuelos, hija y nieta de gabarreros, me hizo un ruego: “Escribe un cuento gabarrero para los niños, por favor”. Le dije la verdad, que no había escrito ninguno, pero lo intentaría. Su encargo se me quedó dentro, dando vueltas por mi cabeza, sin prisas ni fecha. Más adelante, Esther Barreno, hija de mi quinto Felipe y, en la actualidad, concejala de Cultura de mi pueblo, me planteó el mismo reto, como una nueva aportación a la cultura gabarrera, por parte del Ayuntamiento de El Espinar, y con la fecha fija de presentarlo en marzo de 2025, dentro de la fiesta. Nuria Peña, concejala de Igualdad, añadió otro detalle, que la protagonista fuera una mujer. ¡Más difícil todavía!

El compromiso me tuvo muchas noches con la “la burra a brincos”, durante el sueño, según la historia me crecía dentro, por su cuenta, hasta que una madrugada me despertó y me puso ante el teclado. Enseguida me surgió un problema: ¿cómo podía encontrar un lenguaje infantil acertado para llegar a los niños? Intenté practicar con mis nietos, pero no avancé nada; Damián, que ya tiene once años, maneja un vocabulario adulto; Rubén, que tiene casi siete, me escuchaba y se reía de mis esfuerzos en hablar como él. Al final, encontré una solución: escribirlo con lenguaje normal y la esperanza de que los padres se conviertan luego en cómplices necesarios, y lean el cuento a sus hijos. ¡Que hermosa puede llegar a ser esa comunión, capaz de transmitir la cultura gabarrera a los niños en el cole y en las casas! Si la deseamos con fuerza, será.

Ya sólo debía alentarle a la ilustradora para que se enamorara de la historia. Así fue. Además, Tamara Páez (Tamamara Art) captó pronto los detalles de la estética gabarrera y enseguida nos coordinamos bien para casar dibujos y texto en cada viñeta. El proceso cogió ritmo, ha llegado puntual para abrir Gabarrero 2025 y su resultado nos ha dejado satisfechos a los autores y a los promotores, gracias a que el trabajo de maquetación, impresión y encuadernación, gestionado por Juan Enrique del Barrio, ha sido impecable. A mí me ha tocado coordinar la edición, tarea que me ha resultado sencilla, pues ya voy cogiendo oficio con el trote que lleva Alma gabarrera, el sello editorial casero que ya ha apadrinado más libros de los que nunca imaginé.

El cuento trata de Caloco, una niña que, al terminar sus años de escuela, ayuda en sus tareas a su padre gabarrero y descubre en el monte un mundo de valores, a través de sus contactos con los personajes que va conociendo: África, la cigüeña emigrante, e Imperial del Guadarrama, el águila anciana, que ya palpa el final de sus días; ambas le enseñan a Maria del Caloco los secretos de cómo nacemos, el importante papel que tenemos en la naturaleza, lo bella que es la vida, el riesgo permanente de perderla y, como moraleja final, el consejo de afrontar la existencia con abrazo y calor, con cabeza y corazón.

Por mucho que la gabarrería haya sido un ejercicio macho, no resulta extraño que la protagonista sea una niña. Ya existe, en el siglo XIV, una reseña literaria oportuna en el Libro de Buen Amor sobre una mujer gabarrera, Menga Llorente, la ventera del Cornejo que estaba cortando un pino cuando el Arcipreste de Hita llegó al valle del río Moros, En los años cincuenta del siglo XX, entre las muchas viudas con coraje, recuerdo a la tía Cachapraos, que se echó al monte con un borriquillo y un podón, a fin de cortar y bajar leña a los depósitos, como recurso laboral para mantener su casa.¡Qué tiempos y qué mujeres!

Ahora, en el siglo XXI, en cada nueva edición de la Fiesta de Los Gabarreros, es habitual la participación de mujeres que cortan troncos con hacha y tronzador. Entre ellas está Cristina Gonzalo, que aún tiene abierta la herida por la reciente muerte de su compañero de vida, José David García, ambos trabajadores forestales y amantes de la fiesta gabarrera, cuya llama se renueva cada año con más calor. El próximo objetivo es la declaración de interés turístico nacional. Si seguimos empujando juntos el carro gabarrero en la buena dirección, lo conseguiremos.

Termino con el colofón del cuento, que resume el sentimiento de los protagonistas:

Lucero: “Me causó más dolor el peso de Imperial hasta la Peñota, que las cargas de leña que bajo del monte cada día”.

Juan: “No le temo a la sierra, mucho ni poco, si le rezo a mi Cristo del Caloco”.

Caloco: “Ahora, si cierro muy fuerte los ojos en el monte, cuando los abro, veo en el cielo el vuelo de Imperial”.

Imperial: “Nunca llegué tan alto como en mi último vuelo hasta el suelo del monte, cuando acogí a la niña Caloco, en su caída”.

África, a la niña Caloco: “Gabarrerita nueva, si no quieres llorar, echa mucho abrazo y poca frialdad”.

gabarrero.com

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