El verano se llevará lo peor de crisis sanitaria y dejará al descubierto la crisis económica, social y de confianza. Parece el tiempo adecuado para gobernantes predecibles. Y para posponer todo aquello que no sea repartir vacunas y fondos europeos. Los indultos pueden ser una apuesta noble y valiente en teoría, pero también frustrante. Los antecedentes de comportamiento de los ‘indepes’ hacen que sus gestos se vean ya como espectáculo escénico. Ilusionismo que ya no genera ilusión. Ni miedo.
El indulto pasa de ser un perdón a una ‘oportunidad política’ y la autodeterminación pasa de ser la liberación del tirano extranjero al derecho al ‘futuro político’
Los protagonistas tratan de normalizar desde la política circular, reciclando conceptos para darles una segunda vida. Así, el indulto pasa de ser un perdón a una ‘oportunidad política’ y la autodeterminación pasa de ser la liberación del tirano extranjero al derecho al ‘futuro político’. La palabra político al final de una frase esconde el significado real, insinuando que existe una razón mayor que los menores no entienden. Después basta con cambiar el orden de los binomios ‘Ley-diálogo’ y ‘políticos-presos’ y envolverlos en los universales de concordia y futuro. La convivencia no está en el nylon de las banderas sino en la licra de la Constitución que le da la elasticidad suficiente para que todos estemos cómodos. Y de esa niebla sale Puigdemont convertido en Machado y Junqueras en Mandela. Como en una parodia escolar de ‘Lluvia de Estrellas’.
Oiremos que la transición fue el éxito de la transacción, que Aznar también indultaba a etarras de los años que desayunábamos café con plomo. Oiremos que Zapatero fue valiente para dialogar con ETA, que mejoraremos nuestro prestigio exterior, que la justicia europea es menos rencorosa, que lo realmente arriesgado es no hacer nada, que fue a Rajoy a quien le montaron el motín…Lo que no oiremos es que el fundamento del independentismo es la tensión del viaje, no el destino. Irresoluble.
Impredecible. ‘Inconformable’. El único pacto posible es mantener la mesa del diálogo a cambio de que los nacionalistas renuncien a la vía unilateral y mantengan los apoyos parlamentarios. Y los indultos es el gesto facilitador. Pero si ERC hubiera querido abandonar la vía unilateral, hubiera gobernado con el PSC, lo que significa que lo único que se va a alimentar en esa mesa es la fantasía. Aparentar cabalgar el tigre del independentismo para marear la perdiz del pactismo.
El lado de la mesa de los nacionalistas está lleno de tahúres ambidiestros con propósitos distintos y tableros en Madrid, Barcelona y Waterloo. Con cartas marcadas llenas de espadas dispuestas a clavarse en la espalda del PSOE y en la solidaridad territorial de todas las comunidades que no han ‘monetizado’ su identidad. ¿saldrá de esa mesa un ‘PNV catalán’? ¿un partido fiable que se comprometa con la Ley?
Sánchez tiene derecho a intentarlo. El tejido del Estado cede, pero no se rompe. Ser generoso con un egoísta refuerza al generoso y debilita al egoísta, porque descubre quien quiere acabar con el conflicto y quien vive de él. Si el reencuentro sale mal, —Sánchez no tolera chantajes—prescindirá del apoyo de los socios catalanes y explicará que tenía el deber de intentarlo. Aunque lo más probable es que lo único que pase sea el tiempo.
Para que se vuelva a generar reencuentro, primero deberían tener confianza entre los partidos catalanes. Y un objetivo transparente. Legal y real. El resto, incluyendo la manifestación de Colón o perdonar a quien promete repetir el error, es alimentar al tigre con perdices mareadas.
