El ex presidente de Estados Unidos George W. Bush sorprendió ayer a todos al afirmar que fue una voz «disidente» en su Gobierno contra la guerra en Iraq, aunque finalmente decidió apoyarla. Así de contundente se mostró el antiguo inquilino de la Casa Blanca en una entrevista en la cadena de televisión NBC, unas horas antes de que hoy salgan a la venta sus memorias Decision Points (Momentos Decisivos).
Según los extractos del libro que se han filtrado a los medios de comunicación, Bush cuenta que todavía siente «náuseas» cuando piensa que no se encontraron armas de destrucción masiva en el país árabe, el argumento que se utilizó para justificar la invasión del territorio en el año 2003. Aun así, insiste en que el mundo «está definitivamente mejor» sin Sadam Husein en el poder.
La obra, de 481 páginas, mezcla temas personales y políticos en los primeros capítulos, por ejemplo, cuando el republicano explica su decisión de dejar de beber en 1986. Eso se intercala con la invasión de Iraq, sus determinaciones durante la crisis financiera de 2008 y los motivos por los que autorizó la asfixia simulada (waterboarding) a terroristas.
El ex mandatario reconoce varios errores, como la mala gestión de la catástrofe que siguió al huracán Katrina que asoló la ciudad de Nueva Orleans en 2005. También en el caso de la contienda en Iraq adelanta que lamenta «no haber respondido de forma más rápida y enérgica» cuando la seguridad en el país comenzó a deteriorarse tras la caída del régimen de Sadam Husein y añade que «recortar el nivel de tropas demasiado rápidamente» fue el mayor fallo en la ejecución de la guerra.
Bush asegura que se quedó «sorprendido e irritado» cuando las fuerzas norteamericanas no encontraron las armas de destrucción masiva en el Estado árabe y que incluso se sintió «mal del estómago» cuando fue informado de las torturas que se habían producido en el centro de detención de Abu Ghraib. No obstante, advierte de que la decisión de atacar Iraq «no fue un error» y que el uso de ciertas técnicas ilegales de interrogatorio «salvó vidas».
En la entrevista, la primera desde que Bush dejó la Presidencia de Estados Unidos, el político también aborda el discurso de Misión Cumplida que pronunció a bordo del portaaviones USS Abraham Lincoln al término de la primera fase de la invasión de Iraq. «No hay duda de que fue una equivocación», declaró el político. «Estaba en un momento excitante y debí haber tenido en cuenta los consejos de otras personas».
Aunque en Decision Points, Bush admite los errores de su Gobierno en relación con las armas de destrucción masiva de Iraq, durante la entrevista en televisión el ex mandatario descartó la posibilidad de «pedir perdón» al pueblo norteamericano, porque eso «implica admitir que fue una decisión errónea y yo no creo que fuera así», añadió.
El antiguo inquilino de la Casa Blanca confirma en el libro haber autorizado el recurso a la asfixia simulada para sacar por la fuerza información a Jalid Sheij Mohammed, el cerebro de los ataques terroristas del 11 de septiembre de 2001 contra Estados Unidos y dice que fue la decisión «correcta».
«Capturamos a ese tipo, el principal agente operativo de la red Al Qaeda, que había matado a 3.000 personas», manifiesta Bush, antes de agregar: «Considerábamos que tenía información sobre otro ataque. Pero él nos dice que solamente hablará con nosotros en presencia de su abogado. Y yo pregunto: ¿qué opciones teníamos que fuesen legales?».
El autor escribe que «esos interrogatorios ayudaron a frustrar los complots para atacar sedes diplomáticas norteamericanas en el extranjero, el aeropuerto de Heathrow y Canary Wharf, en Londres, así como toda una serie de objetivos en Estados Unidos».
«No me importa qué opinión puedan tener de mí los ingleses. Ya no me importa. Y sinceramente, había veces que tampoco me importaba entonces», señaló en la entrevista.
Según el político, cuando el primer ministro británico de entonces, Tony Blair, se enfrentaba a un posible voto de no confianza en el Parlamento, él le ofreció la posibilidad de no enviar tropas a Iraq junto a las norteamericanas.
El republicano explica que antes de que Blair se expusiese a ser derrotado en esa votación en los Comunes, él prefería poder seguir contando con «Tony, su sabiduría y su pensamiento estratégico como primer ministro de un aliado tan fuerte e importante» como Gran Bretaña.
Pero, según cuenta Bush, su amigo Blair le dijo que estaba decidido a la aventura iraquí, aunque ello le costara el Gobierno.
