Descifrar uno de los misterios más pertinaces y a la vez fértiles de la física es lo que ha llevado al físico José Ramón Vázquez Peñas de su Segovia natal al departamento argentino de Malargüe, en plena Pampa argentina. El joven físico -24 años- forma parte del grupo Auger del departamento de Física Atómica y Molecular de la Universidad Complutense de Madrid que, junto con equipos de 15 nacionalidades sigue el rastro de los misteriosos rayos cósmicos en el recientemente inaugurado Observatorio Pierre Auger Sur. Dirigido por el catedrático Fernando Arqueros, José Ramón espera realizar su tesis doctoral en esta materia.
“La colaboración internacional Pierre Auger la componen 400 científicos que se dedican a investigar los rayos cósmicos que se propagan por el espacio. Aunque cada día la Tierra es bombardeada por millones de rayos cósmicos, los eventos de ultra-alta energía tienen una frecuencia de alrededor de uno por siglo y kilómetro cuadrado, lo que hace muy difícil su detección”, explica Joserra.
Fruto de la colaboración internacional en noviembre de 2008 abrió sus puertas el Observatorio Auger, en la Pampa argentina. Compuesto por una red de 1.600 tanques de agua complementados con cuatro telescopios de fluorescencia, con sus más de 3.000 km cuadrados de extensión, es la principal base de detección de rayos cósmicos del mundo. Gracias a la investigación de los Rayos Cósmicos, los físicos han podido comprobar la validez de distintas teorías, desde la explosión de supernovas a las proposiciones de la teoría de supercuerdas sobre objetos exóticos del universo.
“Las medidas comienzan a realizarse a partir de lo que se conoce como anochecer astronómico, sobre las nueve de la noche, hora local” explica Joserra. “Al menos un par de horas antes es necesario empezar con la calibración de los telescopios, que los prepara para la toma de datos. Una vez llega el amanecer astronómico, a eso de las seis y media de la mañana, se cierran los telescopios, preparados para la siguiente noche. En total, aunque solo haya ocho horas de medidas son cerca de 12 horas de turno, y eso en otoño. En el invierno austral, de junio a septiembre, llegan a estar 14 horas, y las nevadas y los vientos hacen muy difícil la observación”.
Junto a José Ramón se encuentran otros cuatro científicos, provenientes de lugares tan dispares como Australia, Brasil, Polonia y Rusia. El 19 de abril en la misma ciudad de Malargüe está previsto que comience una de las dos reuniones bianuales de la colaboración, a la que acudirán la mayor parte de los miembros. La ciudad de Malargüe de apenas 20.000 habitantes está teniendo un impulso importante gracias a la ciencia. Se ha construido también un moderno planetario y en el Centro de Convenciones se suceden encuentros de todo tipo, el último de espeleólogos atraídos por las cuevas locales y los cercanos Andes tras los que cada día se pone el Sol, permitiendo que los telescopios vuelvan a mirar el cielo, en busca de los elusivos rayos cósmicos.