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Brujas, espantapájaros y hombres de hojalata en el cine de fantasía

por Sergio Casado
31 de diciembre de 2022
en Sin categoría
Jasón y los argonautas.

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En el Diccionario de la Real Academia, el término “fantasía” tiene varios sentidos. Entre ellos, nos interesa el siguiente: “Grado superior de la imaginación en cuanto inventa o produce”.

En “La historia interminable”, el libro que lee Bastian en la realidad es el libro por el que se accede al mundo de Fantasía. Ese libro que lee Bastian se encuentra en la librería de Konrad Koreander. Bastian se hace con el libro a escondidas y se va al desván de la escuela a leerlo. Es el mismo libro que tenemos en nuestras manos, el libro dentro del libro de Michael Ende. Y del libro, su extensión cinematográfica, que detiene esa Fantasía en el tiempo.

Consultemos el diccionario de Ende: “Para llegar al Paraíso, Dante, en su Divina Comedia comienza pasando por el Infierno. (…) Para encontrar la realidad hay que hacer lo mismo: darle la espalda y pasar por lo fantástico. Ese es el recorrido que lleva a cabo el héroe de “La historia interminable”. Para descubrirse a sí mismo, Bastian debe primero abandonar el mundo real (donde nada tiene sentido) y penetrar en el país de lo fantástico, en el que, por el contrario, todo está cargado de significado.”

2001
2001.

Como Aladino, repetiremos y repetiremos la palabra en este escrito. Fantasía. Fantasía. Fantasía. Frotamos la lámpara maravillosa para ver si sale el genio. Froto y no resulta. Froto más y más rápido. Vamos, genio, te espero. Te espera Melies en “Viaje a la Luna”, 1902. Te espera Kubrick cien años después en “2001”, odisea espacial hacia Io, la luna de Júpiter.¡Lunáticos! ¡Uníos!

Melies y Kubrick hubiesen sido buenos amigos. Y también el lunático turolense, Segundo de Chomón, que en 1908 filma “El hotel eléctrico”: el cabello se peina solo y el cepillo y el peine actúan a su antojo. Las maletas suben solas y los abrigos vuelan a las perchas. Magnífico.

¿Como sonreiría, como se sentiría el espectador de hace más de cien años?

Quizá Chomón y Terry Gilliam también hubiesen sido amigos. Gilliam es la imaginación: su propósito es convocar a la risa y al pensamiento. Cuando estaba a punto de cumplir los ochenta años, este viejo cineasta afirmaba celebrarlo tomando hongos mágicos: “Creo que la manera en la que veo el mundo ya está alterada. Lo veo como la gente lo ve cuando está drogada, pero a mí me viene natural. Me gusta jugar con lo que es el mundo, y la mente es capaz de las cosas más maravillosas cuando, por ejemplo, te acuestas a dormir por la noche. Amo mi mente, creo desde el sentido del tacto, del gusto, desde la vista o el oído, cuando mi mente está jugando. Ahora el reto interesante es tratar de mantener tu mente jugando cuando estás despierto. Eso es lo que trato de hacer”.

“Hay cines perdidos que nunca llegaron a ser pantallas oficiales”, me dice mi amigo Jorge, de “La Casa del Cine”.

Pantalla no oficial: el Cinexin, donde el niño es proyeccionista y arma su propio cine. Se puede jugar con la pantalla de la caja, del juguete, o proyectar directamente a lo loco en una pared cualquiera de casa. Es muy frágil. Cualquiera de los componentes puede romperse con facilidad. Allí habita Popeye, Pluto o Charlot. Allí habita el ratón Mickey, sí, ese que en “Fantasía” (1940) intenta ser aprendiz de brujo.

Pantalla no oficial la del Cine Pineda, mi cine playero al aire libre, proyecciones a las nueve y once de la noche. A las nueve, mientras anochece, la película para niños o adolescentes. Se cruza por la pantalla la “Supergirl” puro sueño. Helen Slater es Supergirl, es real, es real. Y otro día yo no sé quien es Gene Kelly, pero qué bien baila con la musa Kira (Olivia Newton-John). Olivia es otra fantasía. El disparate cósmico se llama “Xanadú”. Según la enciclopedia, tal película: “La diosa de la danza griega Kira viene a la Tierra para ayudar al artista Sonny Malone a realizar su gran sueño de abrir una discoteca innovadora. Sin embargo, todo se complica cuando Kira se enamora de Sonny en contra de las órdenes de Zeus”.

Lo que digo, disparate cósmico. Pero a quien le importa: Gene y Olivia bailan juntos.

Lo bueno del Cine Pineda se produce cuando tienes una hucha más generosa y puedes ver tanto la película de nueve como la de once, la de los adultos, la película secreta. Allí también hay fantasías. ¡Y qué fantasías!

Pantalla no oficial la del hermano cinéfilo, la del hermano salesiano, que se ha montado su propio cine después de la misa dominical. No importa llegar más tarde a casa porque se proyecta una que se llama “El Imperio contraataca”. Salto en la butaca. Naves variopintas en el espacio atenazan a una especie de rebeldes contra un sistema establecido, rebeldes que se las tienen que apañar en el remoto planeta helado de Hoth.

Fantasía. Fantasía. Fantasía. Infancia. ¡Más! La palabra no se gasta. Es infinita.

¿Se conocerán Tim Burton y Hayao Miyazaki? Burton es el de los pelos de loco, el de “Eduardo Manostijeras”. Miyazaki es la calma, la sonrisa, pero su creación es inigualable. Ni siquiera Gilliam se le acerca. Tim Burton se detiene en una de sus propias películas, “El hogar de Miss Peregrine para niños peculiares”: “Considero que hay algo interesante acerca de este tipo de historias, o en el hecho que yo mismo haya crecido con películas de monstruos y de fantasía. No son reales, pero lo son para mí y me ayudan a procesar cualquier asunto psicológico que intentemos entender en la vida”. Miyazaki, el de ese mundo único que es “El viaje de Chihiro”: “Para crear una película, a mí me gusta arrojar una red al océano de mi imaginación y ver que es lo que saco. (…) El animador debe crear una mentira que parezca real para que los espectadores piensen que un mundo dibujado podría existir”.

¡Qué gentes del cine! En “Cristal oscuro”, los especialistas que usan las marionetas han de apartarse del cuadro que filma. Están escondidos, lo que dificulta el rodaje. Pero la película que resulta es deliciosa. Nada es imposible para Jim Henson y Frank Oz, nada es imposible en la era de la maravilla. Por eso crearon “Cristal oscuro” y crearon a los teleñecos.

el senor de los anillos
El Señor de los Anillos.

“El dinero sólo crea putrefacción”, escribió Pío Baroja. El dinero fácilmente corrompe a muchos cineastas, llevándolos a lo facilón; olvidan la imaginación. El dinero es el anillo único de “El señor de los anillos”, el anillo para unirlos a todos y llevarlos a las tinieblas. Pero Gandalf no quiere ni tocarlo, lo quiere lejos de él, no quiere perder su yo interior. Para Frank Oz: “El alma es lo que hace que las cosas crezcan y sean divertidas”.

Aladino frota y frota nuestra lámpara maravillosa. Nos devuelve al mudo de “El ladrón de Bagdad” (Raoul Walsh, 1924) o al sonoro de “El mago de Oz” (1939). Es la película en la que creemos con ingenuidad, volviendo a ser niños. En technicolor de antaño, una tierra de fantasía con brujas, un espantapájaros que habla, un león cobarde y un hombre de hojalata.

Para Guillermo del Toro, “no es posible mantener una caricatura de la existencia humana y los monstruos y la oscuridad en la narrativa ayudan a conciliar la existencia de ese lado, porque además somos nosotros, no nosotros y ellos: es una sola unidad”.

“El laberinto del fauno”. ¿Es fantasía o realidad? Para Del Toro, dice, es sin duda realidad. En esa realidad Ofelia fantasea. ¿La superará la realidad? Seguiremos atentamente la aventura de nuestra heroína. En medio de su terrible soledad, de un ambiente hostil, un insecto palo puede ser un hada mágica. Si el fauno está cerca, todo es posible. Ofelia dibuja con una tiza una puerta en la pared, y a través de ella entra a una habitación extraña. Nosotros sentimos esa extrañeza con ella.

el jardin secreto
El jardín secreto.

Viajemos de manera loca del pasado al presente. Nada nos lo impide. Viajamos al pasado, al zoótropo, ingenio o juguete antecedente del cine de los Lumiere, antecedente de hace casi doscientos años, creado en 1834 por William George Horner. El zoótropo es un tambor circular con unos cortes, a través de los cuales mira el espectador para que los dibujos dispuestos en tiras dentro del tambor, al girar, den la ilusión de movimiento. Ya hubo zoótropo 3D, y de repente, ¡zas! nos encontramos en “Avatar”, la locura del cineasta James Cameron. Quizá ya no debería denominarse “cinematógrafo”. Quizá debería llamarse de otra manera. En este nuevo juguete dice Cameron que no hay realmente una nueva invención: “Las películas que a mí me fascinaban cuando era pequeño siempre transcurrían en el espacio, o tenían un robot, eran pura fantasía o tenían los muñecos de Ray Harryhausen. Nunca me cansaba de mirarlas y leía vorazmente. (..) Tal vez sea un dinosaurio, pero para mí es muy importante mantener viva la experiencia del cine, que es algo completamente diferente”.

El cine busca caminos diferentes. No se está quieto. Del zoótropo a “Avatar”. Doscientos años. ¿Que pasará cuando hayan transcurrido mil años? ¿Existirá el cine? ¿Cómo se llamará?
Todas nuestras fantasías están en manos de Koreander, el librero de “La historia interminable”. Cuando se lo comento a Elena, ambos compartimos nuestros recuerdos del libro, de una “Fantasía” donde también existe un “Pantano de la Tristeza”, donde es peligroso adentrarse. Pero todo depende del niño, lector, espectador del cine. La Emperatriz lnfantil está enferma, como toda “Fantasía” ante “la Nada”, pero contamos con el niño, el niño que somos, para salvarla. Ella nos espera: “Pronto estará realmente con nosotros y me llamará por mi nuevo nombre, que sólo él puede darme. Entonces me pondré bien y, conmigo, toda Fantasía”.

Ray Harryhausen y sus esqueletos de “Jasón y los Argonautas” también observan a la Emperatriz. Harryhausen se fija en su maestro Willis O’Brien, el del King Kong de 1933. Harryhausen mira el parque jurásico de Steven Spielberg y rápidamente acuden sus recuerdos: “Nosotros teníamos un presupuesto mínimo, incluso para nuestra época. Pero la fantasía… la fantasía es lo que hace que la imaginación funcione”.

Volvemos a nuestro Cinexin, a nuestra Pantera Rosa proyectada. El Cinexin se rompe, se rompe la película y la lámpara. El niño queda roto, desolado. No es capaz de arreglarlo. Pero habrá otros cines, me dijo Manolo Matji desde lejos, otros cines cuando nuestro cine desaparece. Si no sabemos como seguir filmando, nos dice el legendario John Ford, tenemos que mirar por el visor, mirar por el visor y dejarnos llevar por la imaginación.

el viaje de chihiro
El viaje de Chihiro.

Es la fantasía de mantener tu mente jugando, dice y sonríe Terry Gilliam. Él nunca se rendiría y nosotros tampoco. Llevo pues mi Cinexin al Cine Pineda. Me siento con él. Voy a ver “Lady Halcón”. Debido al calor veraniego, el proyeccionista va en pantalón corto y lleva una camiseta de tirantes. Se parece a Mario Puzo, el guionista de “El padrino”. Pago las pesetas correspondientes y coloco mi silla plegable en la grava. Las películas se proyectan a gran velocidad. No hay manera de detenerlas, hasta que algo súbito sucede. “La Nada” se lleva mi Cine Pineda. Es derribado completamente. Sólo queda la pequeña tienda de cerámicas y artesanías que había adyacente.

¿Dónde está mi Cine Pineda? Han construido un edificio con cemento y hormigón, idéntico a otros de la misma calle.

Como siempre, emigro de cine en cine y de repente soy acomodador y proyeccionista de un cine. Ahora yo soy Mario Puzo. Cargo los cuatro proyectores, volando de uno a otro. La máquina Victoria 5 es mi Cinexin adulto. Apago las luces guía y proyecto, bajo las escaleras de dos escalones en dos. Entro en una de las salas, quedo de pie al fondo, observando a los espectadores. La película es “Sweeney Todd”, el barbero diábolico. No volveré a bajar volando, a ver la película en mi cine. Ya cerró. Tendré que buscar, de nuevo, uno de esos cines no oficiales de los que me hablaba mi amigo Jorge.

El empeño es esquivar el “Pantano de la Tristeza”. Si soy capaz de devolver el espíritu de un amigo a la vida, de hacerlo presente, superaré la desaparición de mis cines. En ese espíritu habré creado un cine. Y ahí mis amigos estarán siempre conmigo. Estamos en Fantasía.

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