El primer festejo de la miniferia taurina de La Granja de San Ildefonso, novillada de rejones, aportó importantes conceptos en aras de un estupendo espectáculo ecuestre-taurino con tres cabelleros en plaza de diferente corte y compostura. El madrileño Raúl Martín Burgos, el jienense Álvaro Montes y el lusitano Miguel Moura depararon momentos de gran intensidad cuajando faenas logradas en pos del noble arte del rejoneo.
La plaza registró una entrada cercana al lleno. Presidió José Luis Vázquez, alcalde del Real Sitio. La reina de las fiestas y damas de honor y la reina y damas de la Asociación Cultural Taurina La Granja, ocuparon sitial preferente en el balconcillo presidencial.
Una vez más, hubo ocasión para deleitarse con el entorno cercano de la frondosidad y grandiosidad del lugar serrano que da fe y vida a esta población de rango abolengo, admirada desde lo profundo del alma y los sentimientos.
Se lidiaron novillos utreros de la ganadería de El Cubo, encaste Murube, bien presentados y de excelente juego por nobles y por las prontas y repetidoras embestidas.
LOS REJONEADORES
Raúl Martín Burgos, previas evoluciones en torno al astado que abría plaza al que sometió y prendió dos rejoncillos de castigo. Las batidas a pitón contrario tuvieron consistencia y fueron dignas del aplauso del respetable. Cuatro rehiletes, uno de los cortos y la rosa para rejón de muerte caído y trasero. Una oreja.
Con el cuarto de la tarde, lució en la monta para salir airoso de los trances. Segundo tercio de menor entidad por clavar arriba pero en la suerte del estribo preferentemente, aunque hay que valorar en su justa medida un gran par a dos manos saliendo gallardamente del embroque. Brilló con luz propia en el toreo genuino dando distancia y medición en las galopadas, alguna a dos pistas. Hubo momentos de fantasía en la ejecución de un par de las cortas al “violín”. Mal con el rejón de muerte. Palmas.
Álvaro Montes saludó a su primer novillo provisto de la garrocha con la cual mostró ese tecnicismo que realizan los caporales con las reses bravas a campo abierto. Después, bonitas galolapas entre ovaciones. Clavó al estribo dos buenos palitroques y dos más al “violín”. Cuatro de los cortos con amplio y variado repertorio. Actuación correcta con visos de divismo incluso. Rejón de muerte escupido pero eficaz. Dos orejas.
Ante el quinto de la tarde, corto de embestida pero sin complicaciones, discreto en el primer tercio y variado en el tercio de banderillas. Fue de frente y de costado para prender rehiletes a una mano bien de ejecución y desiguales de colocación. Estuvo proyectado hacia otros menesteres más artísticos, pero el astado no permitió más que una labor técnica sobre todo. Dos metisacas y un rejón bajó el nivel de la faena. Vuelta al ruedo.
El joven lusitano Miguel Moura, hijo del maestro Joao, vestido con casaca verde, a la federica, mostró esa gama de toreo a caballo tan peculiar en el rejoneo del país vecino. Cumplió sin más en el primer tercio para pasar a mayores en el segundo, donde llevó a cabo una variante de batidas para prender rehiletes a una mano a pitón contrario, al estribo y de costado. Ovacionado con fuerza por la ejecución de las suertes y por el porte y prestancia de su personal figura.
Sobrio y elegante, monta de perfecta dimensión y manejando los “tempos” con solvencia. Rejón, metisaca y oreja.
Con el que cerraba plaza estuvo cumbre. Comenzó incierto con alguna galopada de más. Centrado y dispuesto llevó a cabo un segundo tercio pleno de galanura, compostura, ejecución y colocación esmeradas, transmitiendo emotividad y dosis de arte ecuestre-taurino. Excelente el rehilete al quiebro, bueno el segundo, extraordinario el tercero, enorme el cuarto y correctos tres de los cortos, todo entre ovaciones y exclamaciones de complacencia. Un portento este lusitano perteneciente a la generación del maestro Joao Moura y en pos de mantener el prestigio de gran figura del rejoneo de su ilustre padre. Fue lo más artístico de la tarde. Oreja.
Al final del festejo, Álvaro Montes y Miguel Moura fueron paseados en hombros con salida triufal por la puerta grande.