Resulta curioso, a veces, reflexionar brevemente sobre las noticias que llenan y vacían, vociferan y silencian los medios, provocando en la población estados corticoides estresantes que conducen al miedo y a la ansiedad, para silenciarlos y pasar a otros asuntos al día siguiente. “Guerra entre India y Pakistán”. “Comienzo de la tercera guerra mundial”. “Destrucción nuclear del planeta”… Silencio.
Las noticias, escondidas tras impactantes titulares, ocultan siempre el origen de los conflictos, limitan el problema a una acción presente y olvidan la causa primordial de su existencia, para hacernos creer que todo gira alrededor de una serie de intereses económicos o territoriales, ¡nada más!
Según la historia prehistórica oficial (que tampoco es cierta) homínidos se desplazan de África al Indostán mucho antes de ocupar occidente, más allá de un millón años atrás. Los Textos que recuerdan el pasado y que relatan lo transmitido de boca a oreja, como el Ramayana, nos lo cuentan de otro modo, yéndose mucho más lejos en una sucesión cíclica del tiempo que discurre en ese espacio, dentro de una cosmovisión muchísimo más amplia.
La antigua Bharat ocupaba el actual territorio de India, Cachemira, Pakistán, Bangladesh, Nepal, Sri Lanka, Maldivas. Su soporte de conocimiento, organización de vida y, con la llegada del lenguaje escrito, su literatura, supone el andamio aún vivo, más antiguo, de un mundo sagrado coordinado alrededor del Orden Eterno que, con el tiempo, llegó a conocerse por aquí como hinduismo. Antiguas culturas asentadas alrededor del valle del río Indo, hace más de cinco mil años, eran depositarias de un discurrir mundano en el que dioses y humanos, palabra y silencio, lo Absoluto y lo relativizado por la forma y la expresión, se relacionaban sin interferencia.
Allá por el año 712 de nuestra era, el islam penetró por el norte de Bharat conquistando aquel Indostán tranquilo, sabio y pacífico. La invasión musulmana puso fin a los imperios indígenas de la India y a partir de ahí la estructura estándar de gobierno fue de ciudades-estado independientes, o comunidades controladas por una ciudad. La lectura de los antiguos Textos de la época, nos lleva de la mano a la certeza (se enseñe hoy lo que se quiera enseñar) de que estas invasiones musulmanas sucesivas estuvieron marcadas por las masacres contra la población india que los mahometanos consideraban no creyentes. La destrucción de edificios, templos, bibliotecas, la violación de mujeres, y la muerte de la población civil, supuso su normalizada manera de actuar. La población hinduista, asentada en el Orden Eterno, estaba acostumbrada a guerrear a través de unas normas éticas que se volvieron en su contra ante semejante nuevo y desconocido enemigo. Más de mil años pervivió esta invasión. Pero, cuando quisieron darse cuenta, el islam se había asentado profundamente en su propio territorio.
Y llegaron los ingleses, allá a mediados del siglo XVIII. Primero, a través de la Compañía Británica de las Indias Orientales. Al poco tiempo, mediante una ocupación en toda regla, imponiendo cambios políticos y administrativos, económicos, agrícolas, de mercado, sociales, bajo el emblema de la bandera de la modernización, el avance y el bienestar. Su ocupación finalizó con una independencia a la inglesa, la creación de un nuevo estado llamado Pakistán y un estado principesco, supuestamente independiente denominado Cachemira que, en un primer momento, decide unirse a India, lo que genera conflictos bélicos entre los dos nuevos estados creados independientes.
Desde aquella maniobra tratadista inglesa llevada a cabo sin tener en cuenta en absoluto límites geográficos naturales, razas, orígenes, modos de vida o tradiciones de la población, hemos asistido a innumerables conflictos bélicos, terroristas y separatistas. La causa del problema no es otra más que el enraizamiento islámico en tierras cachemires y el hostigamiento pakistaní para conquistar para Alá un territorio que no es suyo.
Un acto terrorista pakistaní contra población hindú en Cachemira, allá por el mes de abril, desencadenó un nuevo conflicto que, en este momento, se encuentra en situación de “alto el fuego” no sabemos hasta cuándo.
Año 711 (a la vez que en Bharat), un ejército musulmán, liderado por Tariq Ibn Ziyad, desembarcó en Gibraltar y avanzó hacia el interior, derrotando al rey visigodo Rodrigo en la batalla de Guadalete. Setecientos ochenta y un años de invasión (un poco menos que allá). Guerras, destrucción, lucha por el poder, imposición de creencias excluyentes, etc. Por aquel entonces, el pueblo hispano era pagano, adoraba a los dioses de las fuerzas de la naturaleza y abrazaba un origen cultural cocinado en la Grecia clásica, muy influenciado por la más antigua Bharat. Más tarde, el paganismo fue quemado por el poder vigente en la hoguera.
Año 2025. Los principios y creencias permanecen. La conquista del mundo por quienes creen que la suya es la única verdad pervive. La estrategia bélica se transforma. Políticos corruptos de aquí, comprados por dinero o chantajeados por espionaje ayudan. Un trabajador de Servicios Sociales sobre cuyas palabras no dudo en absoluto, me contó que, mientras regaba (aplicando la ley) con subvenciones, gastos pagados, colegios, comedores gratuitos y pagas a uno de estos invasores, tuvo que soportar su discurso: “os vamos a volver a conquistar; en esta ocasión, a través del vientre de nuestras mujeres”. No escribo sobre quien viene a trabajar y se integra (¡qué poquitos!) es evidente.
El 45% de la población ceutí y el 60 % de la melillense son marroquíes. Resulta muy sencillo imaginar (más si lo escrito aquí se encuentra avalado por informes filtrados y no divulgados) que una próxima invasión civil es más que probable, máxime a la vista de la situación estratégica, defensiva y tratadística con Organismos Internacionales al respecto.
Resulta sencillo transformar un paraíso, Canarias, en un infierno. Siempre es más sencillo ocupar el infierno y, una vez conquistado, hacer resurgir de nuevo el paraíso que vive en su interior. ¡Quién sabe! Quizá después venga la península aprovechando a los sembrados en ella.
El nuevo armamento bélico consiste en inocular a la población al enemigo en su interior, ya sea dentro de su territorio, de sus creencias o de su mente. Miedo, odio, mentira, manipulación, guerras de falsa bandera, restricción de derechos y libertades, empobrecimiento impuesto, olvido de uno mismo, babeo por quien riega la sequedad de vez en cuando con una propinilla, dependencia de papá Estado.… El caso es que, en el interior del ser humano siempre existe una grandeza que sigue viva, aunque la duerman un rato. Y al dormir, siempre le sigue la fase del despertar. Así que, tras el descanso, mis mejores deseos para todos hacia un despertar lúcido durante el estado de vigilia de este nuevo día que acaba de amanecer.
