Cada jornada del juicio contra Anders Breivik, acusado por el asesinato de 77 personas en Noruega el pasado verano, aporta nuevas y escalofriantes informaciones sobre las intenciones que tenía el joven ultraderechista. Así, en la sesión de ayer, el extremista relató que su objetivo durante el ataque a la isla de Utoya no era matar a 69 personas, «sino acabar con todos», ya que en el lugar se encontraban 560 ciudadanos que participaban en un campamento de las juventudes del Partido Laborista.
Eso sí, reconoció que su blanco «más atractivo» era la exprimera ministra Gro Harlem Brundtlan, a quien «soñaba» con decapitar delante de las cámaras, pero ya se había ido de la isla cuando él llegó, por lo que su segundo reto era matar al líder de la sección juvenil de los socialdemócratas, Eskil Pedersen, y al resto pensaba «empujarles al mar en medio del pánico» para que se ahogaran. Asimismo, detalló que su idea era filmar la masacre, pero el plan se frustró porque no pudo comprar un iPhone.
También relató que no pretendía «matar a menores», pero que los jóvenes contra los que apuntaba se volvían y, «al no ver sus rostros, no podía calcular su edad».
Breivik también explicó que se encerró durante un año entero con juegos de ordenador, a los que dedicaba hasta 16 horas al día, con el objetivo de preparar los ataques.
«No me gustan estos juegos, pero son buenos si lo que quieres es un simulador para entrenarte», declaró, al tiempo que desveló que se sirvió de títulos como Modern Warfare y World of Warcraft para proyectar la respuesta de la Policía y las estrategias de huida.
Para ello, en 2006 se fue a vivir con su madre. «Por supuesto, no dije que me tomaba un año sabático para saltarme por los aires cinco años después», declaró.
El acusado indicó que ponía nombres de la antigua mitología nórdica a sus armas: «El rifle era Gungnir, como la lanza mágica de Odín, que después de cada lanzamiento vuelve a su sitio, mientras que la pistola semiautomática Glock era Mjölnir, como el mazo de Thor, el rey de la guerra».
Además, señaló que, en su atentado en Oslo, inicialmente tenía intenciones de atacar el Palacio Real y la sede del Partido Laborista. «Consideré muchas alternativas, pero el plan principal era hacer explotar tres coches bombas, seguido de un ataque a tiros», argumentó, pero «me faltaron materiales».
Asimismo, explicó su decepción por los efectos de la detonación, ya que esperaba la muerte de, al menos, 12 personas, entre ellos parte del Gobierno, en lugar de los ocho fallecidos.
Por último, sostuvo que en Noruega hay otras dos células terroristas. «Yo soy una de las tres». Se trata de grupos integrados por una sola persona que en Europa podrían extenderse «a unos 80».
