Los brasileños acudieron ayer a las urnas para elegir al sucesor del presidente, Luiz Inácio Lula da Silva, en una jornada marcada por la ausencia de incidentes y en la que no hubo sorpresas. Los primeros sondeos a pie de urna daban una amplia mayoría a la candidata oficialista, Dilma Rousseff, que habría logrado el 58 por ciento de los votos, mientras que el opositor José Serra contaría con el apoyo del 43 por ciento de los electores.
Estos datos preliminares también reflejan que un 20 por ciento de los 135,8 millones de ciudadanos llamados a votar se abstuvieron en esta segunda vuelta de los comicios que relevarán a Lula -que llega a la recta final de su mandato con una popularidad del 80 por ciento-, y a los nuevos gobernadores de Alagoas, Rondonia, Goias, Pará, Paraíba, Piauí, Amapá, Roraima y el Distrito Federal de Brasilia, regiones donde el pasado día 3 ninguno de los aspirantes superó el 50 por ciento de los votos.
Rousseff, candidata del gobernante Partido de los Trabajadores, acudió a depositar su papeleta en la ciudad de Porto Alegre, donde cientos de personas la aclamaron al grito de «¡presidenta!». Tras emitir su sufragio, la política, que partía como favorita en todas las encuestas, viajó a Brasilia, donde siguió el desarrollo del escrutinio junto a Lula en el Palacio de la Alvorada, la residencia oficial de la Presidencia.
El dirigente saliente, que votó en Sao Bernardo do Campo, municipio vecino de la ciudad de Sao Paulo, se mostró confiado en la victoria de su apuesta. «No tengo dudas de que ella va a hacer un gran Gobierno para este país», sentenció en la misma ciudad donde inició su carrera de sindicalista y político en los años 70. El mandatario, que fue elegido en 2002 y reelegido en 2006, entregará el cargo el próximo 1 de enero, pues la Constitución le prohíbe un tercer mandato consecutivo.
También antes del mediodía, José Serra, abanderado de la oposición, ejercía su derecho democrático en un colegio electoral de la urbe de Sao Paulo, donde reside. Serra, que aspiraba por segunda vez a la Presidencia como líder del Partido de la Social Democracia Brasileña, aseguró que su formación ha estado motivada en estas elecciones, pero calificó de «desigual» la contienda, en aparente alusión al apoyo que la candidatura de Dilma ha recibido por parte del Gobierno.
«Hoy quien habla es nuestro pueblo, no es la hora de que el político hable», apuntó el candidato, que acudió a las urnas acompañado de su familia y que calificó el proceso electoral como «una de las bellezas de la democracia».
Quien no dudó en criticar a la favorita fue el ex presidente Fernando Henrique Cardoso, al apuntar que duda mucho que la candidata oficialista esté dispuesta a tender puentes con la oposición. «Rousseff y Lula son detonadores de puentes», afirmó Cardoso al referirse a las declaraciones en las que ella se mostró dispuesta a, si es elegida, gobernar «para todos».
La tranquilidad de la jornada solo se vio empañada, según el Tribunal Superior Electoral, por el fallo en 686 de las 400.000 urnas electrónicas instaladas en el país, un 0,17 por ciento del total, que tuvieron que ser sustituidas por problemas técnicos, la mayoría de ellos debido a que no se había programado correctamente la hora.
Afecto y cariño.- Como si de uno de los candidatos a la Presidencia se tratara, el todavía mandatario de Brasil llegó al colegio electoral rodeado de cientos de seguidores, que no dudaron en demostrarle su afecto con abrazos, besos y pidiéndole fotografías.
Él, muy relajado y en la recta final de su mandato, que terminará el 1 de enero, confió en que su protegida, la candidata Dilma Rousseff, saliera finalmente vencedora y que se convirtiera en su sucesora.
