La expulsión del exprimer ministro italiano Silvio Berlusconi del Senado y su inhabilitación a ejercer un cargo público, ni optar a él en unas elecciones, en los próximos seis años podría parecer el fin de la carrera de un hombre que ha condicionado la política del país transalpino en las últimas dos décadas. Pero, fiel a su estilo, Il Cavaliere no solo no se da por vencido, sino que promete seguir dando guerra, aunque sea fuera del Parlamento.
Después de que el pasado miércoles la Cámara Alta aprobase su salida del organismo por la condena de cuatro años de prisión por el caso Mediaset, el exmandatario y sus seguidores descartaron ayer que esto suponga la retirada definitiva del líder de Forza Italia, que, tal y como reivindicó el propio Berlusconi horas antes de su exclusión en un discurso en el que manifestó su intención de seguir al frente de la formación conservadora.
«Creo que se necesita algo más para poder hablar del fin de una era política», señaló ayer uno de los principales apoyos del expremier, Rosy Bindi. «No tiene intención de marcharse», ratificó.
Sin embargo, Il Cavaliere ha optado por alejarse de la escena pública, por el momento, y, a pesar de su continuo interés en salir en los medios de comunicación, optó por vivir la jornada después de su gran derrota en el Senado recluido en su casa de Milán junto a su familia y suspendió su participación en un programa de tertulia política en televisión.
Las afirmaciones del entorno del exprimer ministro son ratificadas por la oposición, que también cree que el empresario, de 77 años, seguirá en la vida política y no desistirá de continuar vinculado a regir la suerte del país, aunque sea fuera de las instituciones.
«Las palabras de Berlusconi no eran las de un estadista», advirtió Guglielmo Epifani, presidente del Partido Democrático (PD), refiriéndose a las declaraciones en las que el jefe de Forza Italia indicaba que «no me voy a retirar a ningún convento, nosotros estamos aquí y seguiremos aquí».
Lo cierto es que el exdirigente continuará ocupando la primera plana de la actualidad del país en los próximos meses, ya que todavía le quedan varios juicios pendientes, como el polémico caso Ruby, en el que está acusado de mantener relaciones sexuales con menores de edad.
La salida del Senado no solo supone abandonar un escaño que ha ocupado en los últimos 20 años. También se traduce en la pérdida de inmunidad parlamentaria, en un momento en el que debe afrontar procesos muy controvertidos que podrían suponerle una dura pena.
Sus abogados aseveran que es «irrealista» que pueda llegar a tener que cumplir con la prisión preventiva, pero no se descarta que una suma de varias condenas puedan conllevarle un castigo más duro que el año de arresto domiciliario o los nueve meses de trabajos sociales en los que se quedó la sentencia del caso Mediaset, en el que fue inculpado de fraude fiscal.
Observadores políticos consideran que el zar de los medios seguirá dirigiendo su partido desde fuera de la Cámara, algo que resultará difícil en un futuro inmediato si tiene que cumplir con las multas impuestas
