El Papa Benedicto XVI apeló ayer a la vocación «innata» de la Humanidad hacia la paz en medio de un mundo marcado por las «crecientes» desigualdades, por el capitalismo financiero, por el terrorismo y la criminalidad, durante la Misa celebrada en la Basílica de San Pedro con motivo de la Solemnidad de Santa María, Madre de Dios y coincidiendo con la Jornada Mundial por la Paz, que, en esta ocasión, rindió homenaje a aquellos que tratan de mantener la concordia por todo el mundo.
«A pesar de los focos de tensión y de contraposición causados por crecientes desigualdades entre ricos y pobres, por el predominio de una mentalidad egoísta e individualista expresada por un capitalismo financiero disoluto, y de las diversas formas de terrorismo y de criminalidad, estoy convencido de que las múltiples obras de paz de las que el mundo es rico, testimonian la innata vocación de la humanidad hacia la paz» explicó.
El Pontífice remarcó también que «el principio de la armonía profunda, la paz con Dios, está vinculada indisolublemente a la fe y a la gracia», por lo que «nada puede quitarle a los creyentes este sosiego, ni siquiera las dificultades y los sufrimientos de la vida» sino que «aumentan la esperanza».
En este sentido, apuntó que «el deseo de paz es una aspiración esencial de cada hombre y coincide en cierto modo con la necesidad de una vida humana plena, feliz y lograda» por lo que subrayó que «el hombre está hecho para la paz, que es un don de Dios».
Asimismo, el Obispo de Roma recordó el tema de su mensaje para esta Jornada, Bienaventurados los que trabajan por la paz, porque serán llamados hijos de Dios, que según enfatizó hace referencia a que «la concordia es al mismo tiempo un don mesiánico y una obra humana» porque se trata de «paz con Dios viviendo según su voluntad».
Por otra parte, el Pontífice evocó la paz interior de la Virgen María, a pesar de los acontecimientos imprevistos en su vida, no solo el nacimiento de su hijo, sino también el cansado viaje de Nazaret a Belén, el no encontrar lugar para alojarse y la búsqueda de un refugio de fortuna en la noche. Benedicto XVI subrayó que María «no se agitó», sino que «considera en silencio lo que sucede y lo guarda en su memoria y corazón para reflexionar con calma y serenidad».
En esta línea, animó a tener, como la madre de Jesús, esa calma interior «en medio de los eventos en ocasiones tumultuosos de la historia, a los que, a menudo, no se encuentra el sentido y desconciertan» porque el fundamento de la armonía es el «contemplar en Jesucristo el esplendor del rostro de Dios Padre» para tener la misma seguridad que un «bebe experimenta en los brazos de un padre bueno y omnipotente».
A mediodía, desde el balcón de su apartamento, el Santo Padre recordó en rezo del Angelus «el canto de los ángeles en la Navidad y el canto de los cristianos en toda la tierra: Gloria a Dios en lo alto del cielo y paz en la tierra a las personas que ama».
La Iglesia de los marginados.- El Papa advirtió en la última Eucaristía del año 2012 de que la Iglesia está llamada a anunciar y testimoniar el Evangelio, pero también a «sostener a cuantos viven situaciones de pobreza y de marginación, así como a las familias necesitadas, especialmente cuando deben ayudar a las personas enfermas y discapacitadas». Asimismo, Benedicto XVI remarcó que «confía vivamente» en que todas las instituciones religiosas, políticas y sociales trabajarán de tal modo que «todos los ciudadanos puedan acceder a lo que es esencial para una vida digna».
Por otro lado, el Pontífice invitó a «dar gracias a Dios» independientemente de «cualquiera que haya sido el curso del año, fácil o difícil, estéril o rico de frutos». No obstante, el Santo Padre apuntó que «en ocasiones es difícil mostrarse agradecido, porque el mal hace más ruido que el bien», por lo que animó a «no detenerse solo en las noticias si se quiere entender el mundo y la vida» sino a «ser capaces de detenerse en el silencio y la reflexión».
Asimismo, resaltó que «el cristiano es un hombre de esperanza, también y sobre todo, frente a la oscuridad que a menudo existe en el mundo por las decisiones equivocadas del hombre, porque sabe que el poder de la fe puede mover montañas».
