Después de la tormenta no siempre llega la calma y los indignados de Barcelona, tras protagonizar hace tres semanas un espectáculo bochornoso en el que sufrieron las cargas de la Policía, ayer volvieron a representar una actuación lamentable, en la que los actores fueron ellos. Y es que al menos 500 personas sobrepasaron las líneas de la democracia insultando y atacando a los diputados que intentaban entrar en el Parlament, obligando a muchos de los políticos a recurrir a furgones policiales o, incluso, helicópteros, para poder acceder a la Cámara, donde se votaban los presupuestos regionales. Eso sí, estos incidentes no pasaron inadvertidos y generaron duras críticas de la clase política, pero también de parte del propio Movimiento 15-M.
Se preveía una mañana complicada después de que varios cientos de personas decidieran pasar la noche cerca del Parlamento y así fue. De hecho, anticipándose a lo ocurrido, el presidente de la Generalitat, Artur Mas, la del Parlament, Nuria de Gispert, se trasladaron en helicóptero hasta las instalaciones. Otros intentaron hacerlo a pie, pero fueron insultados y zarandeados por los indignados.
A pesar del cordón policial, algunos diputados, como el ex secretario general de Interior Joan Boada, quien fue alcanzado en la nuca por un globo con pintura. La ex consellera del PSC Montserrat Tura fue objeto de las iras de los concentrados, que le pintaron una cruz negra en la gabardina.
Así, el pleno se inició con retraso, con la mitad de los diputados en el Hemiciclo y en un clima de nerviosismo entendible.
Aunque los políticos resultaron ilesos, al menos 45 personas resultaron heridas, 18 de ellas mossos d’Esquadra, en los diversos incidentes protagonizados por los congregados contra los agentes.
Al término de la sesión, los diputados salieron del Parlament evitando a algunos grupos de indignados que se concentraban en las puertas de acceso y que posteriormente se trasladaron a la plaza de Sant Jaume, frente a la sede de la Generalitat.
Obviamente, este tipo de altercados no fueron pasados por alto por la clase política, que censuró estos comportamientos en masa.
Por primera vez desde que se iniciaron las revueltas del Movimiento 15-M, el presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, se pronunció al respecto. Antes de los altercados, el líder socialista aseguró que no le preocupa la evolución «democrática» que están teniendo las concentraciones. Acto seguido, tras los incidentes, tuvo que puntualizar que rechaza «cualquier manifestación de violencia que impida ejercer derechos».
Por su parte, Mariano Rajoy, líder del PP, hizo un llamamiento a las autoridades, porque «ningún demócrata» puede amparar «lo que ocurrido en las últimas horas».
Desde el Gobierno central, el ministro de la Presidencia, Ramón Jáuregui, advirtió a los indignados de las «líneas rojas» que no se pueden traspasar en el debate para mejorar la democracia, como son cuestionar el sistema o deslegitimar a sus representantes.
Del mismo modo, Artur Mas pidió «comprensión» por las cargas policiales que se produjeron contra los «violentos» que han actuado con «indignidad».
