En pocas horas, las campanadas del reloj de la Puerta del Sol darán inicio a un nuevo año. Pocas veces, una ilusionante bienvenida quedará difuminada por una despedida tan dolorosa, como la que viviremos los vecinos de nuestro barrio, al ver como el Bar Gallego cierra sus puertas de un modo definitivo tras muchas décadas. Decimos adiós al eje central de nuestra niñez , junto a la hoy vieja e incomprensiblemente abandonada estación de trenes. Horas de juego en la calle, partidos interminables y esa recompensa en forma de un vaso de agua que nos servían en la barra Luis y Emilio. Eso sí que era reconstituyente, y no los mejunjes que nos intentan colar hoy en día.
En esas mesas donde se jugaban a diario decenas de partidas a tute y al mus, también se gestó el sueño de un grupo de chavales que, tras haber probado el sabor del fútbol sala en el mítico Salinero (gracias Jose), junto a otros amigos de la Resi Machado, donde Mariano Martín impartía clases magistrales a diario, se aventuraron en lanzarse a participar con el nombre de Bar Gallego, y la colaboración de Muebles Hernando, en una liga provincial con un nivel que para sí quisiera en la actualidad este “futbito” de marca blanca que hoy se juega y están dejando morir desde cómodos despachos. A más de uno le ponía yo al fresquito que se respiraba en el Frontón Segovia de antaño.
Después de los partidos, esa vuelta a casa para tomar algo, aunque el reloj nos hiciera una mala pasada, y ya al amanecer entráramos de puntillas para pasar revista a la mejor tortilla de patata, los boquerones en vinagre y huevos fritos con ajo arriero.
Muchos equipos de diferentes deportes han celebrado ahí sus cenas, de inicio de temporada y de despedida. Hoy sin silbato que anuncie el final del partido, ni fuegos artificiales que homenajeen su magnífica trayectoria se despiden para siempre.
Y ahora, amigo Ramsés, ¿dónde tomaremos ese café matutino que ayudaba a que los garabatos y anotaciones en el cuaderno tomaran vida para comenzar una nueva jornada que llevar al campo de fútbol? Grazas. Ata sempre.
