En una atmósfera irreal pero vulgar y tangible, como elementos de la vida cotidiana dispuestos en una ensoñación, deambulan dos tipos asociales, Arthur y Franz, seguidos por su pasión común, Odile. Los tres intentan encontrarse con la confirmación de sus aspiraciones, como si necesariamente el entorno real debiera un día prestar vasallaje a lo ilusorio, admitir su inconsecuencia, y obedecer las leyes benignas de lo ideal. Poco a poco la realidad desempeña su papel de villano omnipotente. Arthur y Franz aumentan la apuesta, desesperados por este empuje inevitable de lo ordinario. Arthur encuentra una muerte absurda, diferente de aquellas de verismo que escenificaba; distraído por la imagen poética en que siente a Odile. Franz se ve abocado a pasar de su pasividad de habitante de la ficción a una iniciativa casi en proceso de evaporación. Odile se ve de nuevo embarcada, pasajera de un viaje continuo del que no sabe descender.
Construida sobre la frase de Novalis, citada por Rossellini, “el mundo deviene sueño, y el sueño deviene mundo”, Bande à part supone la detención en las estaciones intermedias de ese devenir. La acción está descompuesta a modo de esqueleto (baile sujeto a autopsia; dosificación de la muerte en el tiroteo) y es precisamente en esa descomposición especulativa donde la vida se presenta como un fenómeno hipnótico e indeliberable.
La soledad de estos personajes, orgullosos cada uno de la imagen que pretenden reflejar, deriva también en una comunidad sentimental, exacerbada en su discreción. La ostentación encubre mal la dimensión de sus sentimientos, que sólo Odile, carente de toda precaución, se atreve a confesar, enumerándolos, con la candidez de la niña del cuento sueco que quiso ser hada.
Godard ha contado la crónica de esta pequeña comunidad de aspirantes a proscritos a modo de diario. Sus esfuerzos de médium, la neutralidad de su voz en off, desvelan el aspecto más recóndito, auténtico y figurado, con la precisión de los poetas que hacen de la exactitud una búsqueda moral. Godard reflexiona como el soñador que sostiene despierto en el sueño toda su consciencia. El análisis escolta siempre en paréntesis a las inmersiones poéticas con el resultado —doblemente poético— de una linterna ambulante en zona de eclipse.
La subsistencia de Arthur y Franz, la de Odile, como la de Scheherezade, depende de su capacidad de ficción. Godard probablemente se preguntaba si también era este su caso. Y de esa pregunta, formulada a nivel de encuesta continua, ha surgido una metodología que rebasa en sí misma al creador (como toda verdadera aportación revolucionaria a un medio de expresión). Un autor lanzado a la empresa permanente de reconocer unos pilares sobre los que llevar una existencia viable. Pues el entorno real ejerce de villano contemporáneo, pero la aspiración ideal viste a menudo ropajes de héroe ya enterrado. El documental puede ser la expresión futura, pero si, como creen los surrealistas, entendemos la realidad como una dimensión apenas vislumbrada ahora en su aspecto más plano.
_______
*Nota: Con motivo del estreno en España de Band à part, la publicación especializada Film Ideal acogió la película de Jean-Luc Godard, “padre de la Nouvelle Vague” –muerto ayer en Suiza a la edad de 91 años-, que por gentileza de Ediciones del Acordeonista, reproducimos.