“En las noches de luna y clavel, de Ayamonte hasta Villareal, sin rumbo por el río entre suspiros, una canción viene y va (María La Portuguesa)”.
Un año más se celebró el Concierto de Las Teas en la plaza de toros de El Espinar dedicado a la copla, en una noche calurosa y cenicienta como consecuencia de los fuegos próximos de un verano controvertido en cuanto a temperaturas extremas se refiere, contribuyendo esto lamentablemente a desastres importantes, como los incendios que, provocados o no, buena parte de España, pueblos enteros desapareciendo entre las llamas, especialmente en las zonas rurales y de montaña.
Cuando encender una tea en el concierto se convierte en un acto de respeto y no de divertimento para iluminar la velada, acompañados por la cadencia de la grandiosa Banda Municipal de Música de El Espinar al ritmo de la batuta de su director Javier Lechago García, que sabe obtener lo mejor de todos cuantos forman parte de la escena, con su elegante y exigente maestría. Junto a ella, siete artistas locales y como invitado especial el cantante Jorge Marazu, todos ellos deleitaron al público allí congregado con un repertorio de piezas muy conocidas y valoradas, emocionando con sus interpretaciones, y la humildad con la que recibieron los aplausos generosos de los asistentes, fieles a esta cita nocturna en el enclave más taurino, rodeado de pinos, que más conecta a los espinariegos.
La XXIV edición del concierto consistió en un guiño a la cultura popular y un recordatorio de aquellas letras que marcaron a las generaciones de postguerra, en esos tiempos en los que la radio era el medio de comunicación por excelencia y cuando la televisión todavía no había llegado a los hogares como un bien de primera necesidad. En otros territorios más lejanos, emigrantes españoles suspiraban evocando recuerdos y anhelos de su tierra cuando reunidos en un local de extranjeros, que hacía las veces de embajada del pueblo y servía como refugio para esos ratos de ocio, en los que la morriña hacia el terruño era tan grande que muchas veces la idea era regresar con posibles para construirse una casa indiana, y comprar algo de ganado que les procurase una vida sin carestías.

Las coplas de una España cañí que rememoran otros tiempos, siempre orgullosa de su pasado relatado en las letras de canciones conocidas por todos, con nuevos arreglos modernos, pero sin perder su esencia y mensaje, versiones en definitiva adaptadas al timbre y a la voz de los cantantes, conjugadas con la impecable ejecución de los músicos espinariegos, abrazando sus instrumentos con profesionalidad y devoción. Un concierto por todos muy esperado, que renueva a sí mismo con temáticas muy diferentes, nuevos retos que requieren la destreza de la que gozan la Banda de Música de El Espinar en todas sus intervenciones, y eventos dentro y fuera del municipio.
Una noche mágica que traslada al pasado, en esa misma plaza, en los lugares donde bailamos y escuchamos esas mismas canciones hace ahora más de treinta años, volver a la adolescencia, a la niñez, a recordar a nuestros abuelos, padres y a todos cuantos disfrutaron e hicieron posible siempre que estas señas de identidad se conviertan en un valioso legado a pesar de los exilios voluntarios o forzosos de “esta España nuestra, mi querida España”, como diría Cecilia en sus canciones y poemas en los años setenta. Para otros un recuerdo agridulce, en un intento de recuperar algo que esa música les regaló y que no consintamos que se pierda, esa música de antes que forma parte de la idiosincrasia de un pueblo, que alberga sus tradiciones, su historia, y el carácter de sus paisanos. La música dispuesta a transmitir lo que con palabras se queda corto o se atora en la garganta, sentimientos que afloran en esas hijas, madres y abuelas, algunas de ellas hoy ya viudas, fieles al amor perdido, brotándoles una inevitable lágrima al escuchar esas letras tan apasionadas como desgarradoras “tu amor llegó a mi vida, como una ola” y que hoy por hoy tienen la suerte de compartir lo que unas y otras vivieron en su juventud, adolescencia o incluso madurez, quizás en esa misma plaza de toros, como Manolas, Damas o simplemente cuando eran mocitas e iban a las verbenas, y a los bailes de La Corredera, donde algún zagal, músico o no, las sacaba bailar por primera vez, utilizando ese lenguaje musical para manifestarle sus intenciones sanas y formales de lo que después podría cristalizar (o no) en una vida juntos, deseando escuchar durante muchos más veranos a la Banda de Música de El Espinar, música para recordar, con la que envejecer significa dar gracias por todo lo vivido, y por los Conciertos de Las Teas que nos queden por vivir.
Dedicado a todos los efectivos, y fundamentalmente a esos hombres y mujeres que se han lanzado al monte para salvarlo del ataque despiadado del fuego incluso con su vida. Gente honesta, trabajadora, de condición generosa y valientes, a los que debemos el entorno que a veces no merecemos.
