Golpear desde el primer minuto, sin respiro. Golpear a Pedro Sánchez. Golpear al adversario en el centro-derecha. Golpear con Otegi y con Torra, y golpear hasta con libros. Un repertorio de golpes que ha obligado al presidente del Gobierno a apartarse de su manual de su resistencia.
El candidato socialista afrontó los dos debates con la idea de resistir y puede que lo haya logrado, pero no ha sido desde la defensa. Ha aguantado los golpes y ha contraatacado, y si Albert Rivera le saca la tesis, él le entrega la ‘España vertebrada’ de Fernando Sánchez Dragó y Santiago Abascal.
Se intuía que Pablo Casado iría a la yugular del líder del PSOE desde el arranque, pero reservó una sorpresa; quizá se la tenía guardada del lunes: con Rivera se enzarzó por el modelo económico y por la eutanasia.
El candidato de Cs desplegó de nuevo un arsenal de recursos, foto de mesilla de noche incluida, y hasta dejó caer al suelo un papiro con la “corrupción del PSOE”.
El líder de Unidas Podemos navegó entre dos aguas, soltando pullas por aquí y apelando a la serenidad por allá, y quizá por ese intento Rivera le erigió en “árbitro”. Era ironía. Todo esto mezclado deja un debate repleto de “zascas” contrapuesto al del lunes.
Estrategia de libro
En Pablo Casado su estrategia fue el ataque. Ataque de manual. ¡Pim, pam! nada más empezar. El autocontrol del debate de RTVE, al baúl de los recuerdos.
“El más mentiroso es Sánchez”, el paro no hace más que crecer desde que es presidente, “cada vez que Sánchez abre la boca, suben el pan y la luz”, tiene cinco ministros con sociedades instrumentales sospechosas, Eguiguren y un caso de violencia de género… Y así.
Bronco fue el cruce precisamente sobre la violencia machista. “Es patético”, le dijo porque se indignó con el intento del presidente de “confrontar con el Pacto de Estado”. Además de los golpes, mostró una actitud retadora: “Es un sucedáneo de presidente y a mí no me levanta el dedo; no me señale”, y menos en un asunto como éste. Incluso le preguntó: “¿Indultará a ‘la manada’”?
Llegó el minuto del modelo territorial y redoble. “Quiere volver a Pedralbes”, espetó a Sánchez, antes de acusarle de “blanquear” el terrorismo y el independentismo con sus cesiones a Otegi y a Torra.
A Sánchez le querían llevar al barro “las dos derechas” y al barro fue. Su declaración de intenciones tuvo forma de libro, y qué libro, el último de Sánchez-Dragó. Rivera le sacó la tesis, pues toma “España vertebrada”.
Nada contenido
Si en RTVE se contuvo, en Atresmedia no. En su actitud mantuvo las alusiones a la justicia social y a la convivencia. Para empezar no entra en sus planes pactar con Cs, por seguir afirmó que “no es no”, “nunca es nunca” y “falso es falso” que haya acordado nada con los independentistas y para terminar habló de “las primarias de la derecha”.
Entre Casado y él hubo intercambios, la mención al “parque temático de la corrupción” en Valencia fue efectiva, pero con Rivera se notó algo de saña.
“Vergüenza”, “decepción”, “mentiras” y otro golpe imprevisto: una carta de UGT en la que denuncia la instrucción de la Consejeria de Regeneración que dirige Cs en Andalucía para tener datos de trabajadores contra la violencia machista. “La lista negra”, la llamó. Argumento que después se verificaría como falso en su intención.
En la larguísima espera sobre el plató, al líder de Ciudadanos se le vio moverse sin parar, nervioso quizá. El lunes fue el más aguerrido, el martes irrefrenable.
La campaña
sigue Como en RTVE, tiró de fotos con marco (en Atresmedia Idioia Mendia y el brindis navideño con Otegi), de gráficos y hasta de un papel enrollado que cayó hasta el suelo.
Como las fuerzas del centro-derecha andan a la gresca entre votos confirmados y votos que vete a saber a dónde van, el líder de Cs procuró arrinconar a Casado con los impuestos y sobre todo con la eutanasia, incluida la enfermedad de su propia abuela.
El líder de Unidas Podemos llegó en taxi, primer cambio respecto al lunes, y en Atresmedia quien fue a asesorarle ha sido Noelia Vera, no su jefe de gabinete.
Iglesias sacó el lunes la Constitución por doquier, pero el martes la citó dos o tres veces. Fue el guardián de las esencias del debate, demandó respeto y “mesura” en la cuestión catalana. Pero el candidato morado, aunque poco, sacó algunos golpes, también a Sánchez, “¿de las cloacas mejor ni hablamos, verdad?”.
Han sido dos debates, más de ocho horas de programación televisiva. Aunque parezca increíble, la campaña sigue.
