La maratón de cuatro clásicos que van a protagonizar los dos grandes del fútbol español, Real Madrid y Barcelona, se inicia hoy en el Santiago Bernabéu con el que en principio tenía menos importancia, pero que puede dar por zanjada la Liga si vence el equipo que dirige Pep Guardiola.
La distancia de ocho puntos reduce el morbo del choque más esperado de la temporada, al encadenarse con tres consecutivos por la final de la Copa y el fratricida en las semifinales de la Champions.
Pero un Real Madrid-Barcelona siempre genera máxima expectación. El duelo de los considerados mejores entrenadores del mundo, Mourinho y Gurdiola. Los dos mejores futbolistas del planeta, Leo Messi y Cristiano Ronaldo. Dos plantillas que conforman dos proyectos de gigantes que han convertido el campeonato en una Liga bipolar de inicio a fin.
El madridismo llega a las citas que separan el éxito del fracaso en la temporada con aires de venganza. La hegemonía azulgrana en los últimos envites y sus dos últimos triunfos en el coliseo de la Castellana aún escuecen. El 2-6 y el 0-2 decidieron los dos últimos títulos ligueros, por lo que el conjunto blanco intentará conseguir un triunfo que devuelva el pulso a la pelea liguera. Además, el equipo no ha olvidado la ‘manita’ recibida en la primera vuelta.
Por eso, Mourinho, que evitó ayer comparecer ante los medios en la víspera para escapar de más polémicas, prepara un bloque formado en su gran parte por titulares indiscutibles. Saltará al campo con la única idea de derrotar al rival, demostrar que el Barcelona no es invencible y ganar las dosis de moral necesaria para afrontar el resto de clásicos decisivos.
El portugués recupera a su compatriota Pepe para jugar en el centro de la defensa y a Di María en el extremo derecho. Las ausencias de Puyol y Abidal le invitan a atacar por bandas con el argentino y Cristiano Ronaldo.
La principal duda del técnico es si saldrá a pelear con las mismas armas que su adversario, como hizo con mal resultado en la primera vuelta, o estrenar el trivote en el centro del campo, que seguro plantará en los próximos compromisos.
Para el Barcelona todo lo que no sea perder será tener abiertas las puertas del título. Estratégicamente, Guardiola tiene trabajo. Tras el partido contra el Shakhtar y 48 horas de reposo antes de la primera batalla, la composición de la defensa y del mediocentro defensivo es la decisión más trascendente que debe adoptar.
La ausencia de Abidal y de Puyol es el principal quebradero de cabeza para el de Santpedor. En el eje defensivo, el equipo se ha acostumbrado a jugar con un zaguero con salida de balón (Gerard Piqué), acompañado por un central rápido, con capacidad de corregir en los metros finales.
Parecía que en Donetsk Guardiola había encontrado a su hombre, después de revolver en el banquillo. Mascherano brilló como acompañante del internacional, pero hoy no podrá contar con el argentino, que está sancionado.
Cerrada esta opción, que quedará aparcada para la final copera, el Barça podría jugar con la pareja Piqué-Busquets o con la formada por Piqué y Milito. La zaga es el único talón de Aquiles del bloque, el único resquicio que despierta alguna duda, aunque los azulgrana lo intentarán mitigar con la máxima posesión posible del balón.
Esta decisión determinará buena parte de la alineación. Si Busquets juega en la posición de central, Keita lo hará como mediocentro; si Milito es el elegido, el de Badía será quien equilibre el juego en la medular. El resto de la alineación no debe ofrecer muchas dudas. El Barcelona sabe lo que se juega. Es el mejor visitante y desde que ha llegado Pep, los catalanes han ganado los cinco clásicos disputados, incluido el 5-0 de la primera vuelta en el Camp Nou.
