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Arqueólogos, nómadas a la caza del tesoro mejor escondido

El matrimonio de investigadores David Álvarez y la segoviana María de Andrés, descubridores de la huella dactilar del neandertal de San Lázaro, narran a este diario cómo es su trabajo coincidiendo con las jornadas de Espeleología del club JASPE

por MARCO A RODRÍGUEZ
17 de octubre de 2025
en Segovia
Trabajos arqueológicos en el Abrigo de San Lázaro. / KAMARERO

Trabajos arqueológicos en el Abrigo de San Lázaro. / KAMARERO

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Segovia tiene atractivos suficientes de fácil visibilidad, no hay más que ver lo pobladas que están sus calles de turistas venidos de cada rincón del planeta, pero en los últimos tiempos se está descubriendo, gracias a la incansable labor de investigadores y arqueólogos como los protagonistas de esta historia, que escondidos bajo tierra o agazapados en cuevas existen valiosos tesoros capaces de contarle al mundo vestigios de un pasado que se remonta a más de 40.000 años, con los últimos neandertales que poblaron la península. El hallazgo finalmente confirmado de una huella dactilar sobre un canto en el Abrigo de San Lázaro, a pocos metros de la capital segoviana, estuvo codirigido por los profesores de la Complutense madrileña David Álvarez y María de Andrés, que además son matrimonio y ella natural de Segovia. Ambos narran a este periódico los entresijos del día a día de su trabajo dada la celebración de unas jornadas de Espeleología del club JASPE desde el 17 al 19 de octubre a las que pondrán el broche.

Comparar sus currículums o carreras es como ponerlos ante el espejo. Son profesores de Prehistoria en la Universidad Complutense, arqueólogos, investigadores ‘a tiempo parcial’ junto a su labor docente y codirectores de las excavaciones que les cambiaron la vida en los abrigos del Molino y San Lázaro, en especial la última con un descubrimiento que traspasó fronteras y que colocó a Segovia en el mapa de la investigación mundial del hombre neandertal y sus últimos asentamientos en Europa. “La pieza que encontramos es única en el mundo, no existe ninguna igual con esa huella y la marca roja en la piedra”, valora David con el asentimiento de María. Ambos se introdujeron en el gremio por vocación, si bien reconocen que Indiana Jones marcó mucho a quienes merodeaban este futuro en su generación. “Tuvo mucha culpa”, apostilla María. “Yo siempre quise ser arqueólogo y busqué las carreras que podían estar relacionadas; y en mi época, que no había grado de Arqueología como hoy, había que estudiar Historia o Geografía e Historia. Participas en investigaciones hasta que eres tú quien haces las tuyas”, añade David.

Ovetense él y segoviana ella, comenzaron las primeras prospecciones juntos en Segovia allá por 2008 y con tanto en común la cosa acabó en matrimonio y tres hijos que, según aseguran, muestran síntomas de que les atrae este tipo de vida más que las consolas, móviles, etc. “Es que es lo que han visto en casa. A veces vamos por el campo y encontramos algún tipo de piedra y ellos se ponen a buscarla también, les atrae”, argumentan.

Las vacaciones, excavando

Que sean un matrimonio no es un hándicap sino al contrario, incluso siendo los dos codirectores de la excavación, tanto del Molino como San Lázaro. “Es que si no fuera así, no nos habían aguantado nuestras respectivas parejas”, bromea David. “En esta profesión tienes que tener unos gustos similares. Es habitual, tenemos muchos compañeros que son pareja. Es una forma de entender la vida, porque tirarte las vacaciones metida en una cueva no lo comparte cualquiera. Hemos estado años sin vacaciones porque las aprovechábamos para ir a excavar”, señala María respecto a algo que les separa del gusto de cualquier español medio que solo pensaría en la playa y el mojito cuando se asoma agosto. Aseguran, además, que no tienen broncas y que están acostumbrados a trabajar en equipo. “Lo llevamos bien”, dicen.

De la conversación con ellos se desprende que se trata de una vocación real. Aman lo que hacen y eso es una bendición en cualquier trabajo. Como toda dedicación, tiene sus inconvenientes, como los viajes durante varias semanas cuando se aprueba una excavación, pero el hecho de ser profesores universitarios les otorga un tiempo extra del que no gozan otras profesiones y así pueden estar con sus hijos.
“Somos afortunados porque hacemos lo que nos gusta y además en el ámbito de la Universidad, que nos da tiempo para investigar, pero como es vocacional, digamos que no existe el tiempo libre. Existe el tiempo libre que tú te quieras fijar. Trabajamos fines de semana, noches, vacaciones… porque depende de cómo vaya la investigación”, comenta David.

Viajan a Guadalajara, Asturias, Galicia… “Nosotros tuvimos mucha suerte con los descubrimientos de Segovia, donde vivimos, porque muy pocos arqueólogos pueden presumir de que estén excavando y descubriendo en casa”, valora María. “La conciliación familiar, teniendo niños pequeños, es menos complicada trabajando aquí en casa. No es lo mismo que tenerte que hacer 500 kilómetros, planteas la campaña de excavación diferente”, prosigue David.
Como estudiosos del Paleolítico, tienen mucha relación con la vida en las cuevas y la Espeleología. “También con la vida en el campo, la naturaleza, es casi imposible que si no te gusta te pueda gustar esta profesión, aunque te tengas que meter en cuevas, es intrínseco”, analiza María.
Volviendo a Indiana Jones, corrigen que la ambientación de aquellas películas no coinciden con los medios técnicos que ya había entonces y que hoy se han multiplicado. “Antes hacíamos los dibujos a mano y ahora con una tablet o un móvil haces fotos y georeferencias y las pasas al ordenador”, describe la investigadora segoviana.

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Interior de la cueva de San Lázaro, con los investigadores en acción. / El Adelantado

Cuestionados por lo más duro de esta profesión, mencionan la burocracia, esa lentitud que lleva aparejada. También que se trata de “una carrera de fondo, de muchos años hasta que se consigue llegar a un destino”. Son necesarias grandes dosis de paciencia, dicen, y no todos la tienen. Por poner un ejemplo, el yacimiento se descubre en el 2014, hasta el 2019 no se les concede el permiso para excavar pese a que ya había sospechas de que algo encontrarían, y entre el hallazgo del canto (la piedra con la huella, en 2022) y su publicación en la revista ‘Archaeological and Anthropological Sciences’ pasan otros tres, 2025. “Si te dedicas a excavar y no tienes paciencia, mejor dedícate a otra cosa”, aconseja David.
En la actualidad, están centrados en un proyecto de arte esquemático, es decir, el arte rupestre del Neolítico, porque están apareciendo yacimientos interesantes como el del Abrigo de Guachos en el río Duratón, cerca de Sepúlveda.

La huella que dejó huella

Es imposible tener una charla con ellos y no rememorar el acontecimiento que dio un giro radical a sus vidas. “Fue muy intenso. No parábamos de recibir llamadas de medios nacionales e internacionales”, recuerda María, quien asegura que es “todo un orgullo como segoviana encontrar este hallazgo en mi tierra”. “Cuando apareció el canto, con su forma y el punto rojo, ya presuponíamos que podía ser algo relevante, así que fuimos muy cuidadosos con los análisis, una investigación que tardó casi un año”, añade David.

piedra
El famoso canto y su marca.

Hubo que llevarlo al Instituto Geológico y Minero para descartar que el punto rojo fuera parte de la roca sino algo adherido. Y así fue. Después se estudió en la Complutense (Ciencias Geológicas), donde se confirmó que se trataba de un pigmento, ocre (arcilla y óxido de hierro), usado para el arte rupestre del Paleolítico. El siguiente paso era averiguar si aquel punto se hizo con algún instrumento a modo pincel, aunque fuera un palo, o con el dedo y ahí ya piden ayuda a una Policía Científica asombrada por la solicitud. “Nos dijeron que estaban acostumbrados a investigar huellas dactilares de crímenes de los últimos días, semanas o algún mes, pero no 43.000 años. Ellos confirman la hipótesis de que sí era una huella”, relata ella mientras él subraya que los agentes tuvieron que trabajar con la exigencia de no tocar la piedra, con tratamiento de imagen y filtros especiales y pasando de la unidad científica a la de identificación, que dio por buena esa imagen. Era, es, una huella dactilar.

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El yacimiento está a muy poca distancia de Segovia. El Adelantado

Con todos los datos, lo siguiente fue elaborar el artículo científico, contactar con revistas, hacer revisiones, etc., año y medio más. La comunidad científica, afirman, exige un plus de confirmación dado que es un importante hallazgo que puede conllevar información contraria a lo que se tenía hasta ahora, por lo que dicha publicación fue más costosa.

¿Por qué en Segovia?

Es evidente que aquel hombre de hace más de 40.000 años no sabía que con el paso del tiempo muy cerca de allí, apenas a metros de distancia, se levantaría una ciudad llamada Segovia, pero sí existe una vinculación: el río Eresma, ya que los cazadores-recolectores neandertales y sapiens buscaban los refugios o abrigos del río, como hicieran después los humanos en la Edad de Bronce, hace 4.000 años, cuando podrían estar datados los ‘primeros segovianos’ o las causas geológicas de que hubiera asentamientos que terminaron siendo Segovia, un enclave relevante hoy en la Arqueología mundial por un descubrimiento único a nivel planetario.

Los dos expertos cuentan que lo habitual es encontrar utensilios, lo relacionado con la subsistencia, la caza, etc. Lo que no es normal es descubrir una piedra con una huella dactilar, lo que convierte en único este hallazgo. No hay otro igual en el mundo. De ahí que el artículo tenga una parte de hipótesis sobre por qué aquel hombre hizo eso o si lo hizo intencionadamente. Ambos defendieron en su estudio que sí, que no fue causal o accidental, basándose en la morfología de la piedra (con tres marcas en forma de triángulo) o en que el punto rojo y la sujeción del canto se hizo no solo con la yema sino con la punta del dedo, pero alertan de que han tenido algunas críticas de sus homólogos en este aspecto, ya que hay quien no separa con acierto lo que es una afirmación de una hipótesis, la que tienen ellos de que sí fue algo intencionado pero sin conocer y poder corroborar la verdadera intención. “Es que nunca podremos demostrarlo”, lamenta David con cierta pena.

Viaje al corazón de la tierra

Las entrañas de la tierra esconden secretos e información que pueden tardar miles de años en ser descubiertos gracias a la labor de gente como los espeleólogos, verdaderos atletas de las grandes cavidades del planeta, un gremio muy entrelazado con el de los arqueólogos. Por eso ambos van de la mano en unas jornadas organizadas por el club JASPE que tendrán lugar del viernes 17 de octubre a las 20.00 horas en la Residencia Emperador Teodosio al domingo 19 en el Museo de Segovia, con presencia de relevantes espeleólogos del ámbito mundial y nacional, además de los profesores de Prehistoria y arqueólogos que descubrieron la huella dactilar de San Lázaro, María de Andrés y David Álvarez.

espeleologos

El club segoviano de Espeleología buscaba un evento único sobre exploración subterránea que lleva por lema ‘Un viaje al corazón de la tierra’ y que ha logrado reunir a los protagonistas de grandes descubrimientos mundiales, con lo que acudirá a Segovia un cartel de destacados nombres como Pedro González, que presentará la exploración de El Pozo Azul, la cueva sumergida más larga del planeta; Sergio García Dils, codirector del equipo explorador de Krúbera-Voronya, conocido como el ‘Everest Invertido’ y que es la cueva más profunda del mundo; o Álvaro de la Fuente y Miguel Ángel González, que explicarán el Alto Tejuelo, el sistema de cuevas más largo de nuestro país con más de 200 kilómetros.

El último día está prevista una visita al Museo de Segovia para contemplar la huella dactilar más antigua jamás encontrada, precisamente en Segovia y por una segoviana, la arqueóloga y profesora de Prehistoria María de Andrés, junto a su homólogo y marido, el ovetense David Álvarez.

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