Se presentó esta vez Ara Malikian con un concierto que consistía en los 24 caprichos de Paganini. La dualidad entre compositor e intérprete se enmascara al relatar el violinista, entre capricho y capricho, la vida del compositor y se deja sentir que se necesitan el uno del otro.
Ara Malikian estuvo como lo que es, un magnífico virtuoso del violín y un músico de categoría, al enfrentarse con esa obra que ha estudiado durante muchos años y que siempre tienta a los mejores violinistas por esconder las grandes técnicas del desarrollo del violín, necesarias para resolver los problemas que plantea el compositor, es una situación paralela a las matemáticas, el matemático plantea un problema y lo resuelve con las técnicas que va descubriendo.
Pero Malikian es, fuera de su puesta en escena como romántico revolucionario al modo de Paganini, un músico honesto que avisa al público de estos problemas, no es un malabarista que se guarda el truco, él lo desvela y explica la técnica utilizada. Como ejemplo describió la técnica para lograr velocidad con el golpe de arco que le enseñara Ruggiero Ricci, violinista que dio clases magistrales en Segovia y que actuó en los conciertos de los grandes maestros de los cursos internacionales de la Fundación Don Juan de Borbón hace once años, eran otros tiempos…
De los caprichos o estudios, porque son obras frías y escritas para la enseñanza y el adiestramiento de los instrumentistas, una música nada armónica, los hay muy variados, los hay de raíz bachiana, como el segundo, otros descriptivos, como el que plantea una cacería y resuelve con el uso de cuerdas simultáneas, y otros que pretenden ampliar, no sólo las posibilidades técnicas del violín, sino también su limitada paleta tímbrica, llegando a la cima del desarrollo técnico del instrumento en la primera mitad del siglo XIX.
La serie finaliza con el capricho 24, que es el más conocido, aunque no sea el más difícil, y que resume las soluciones técnicas descubiertas para los problemas planteados por el instrumento.
En todo momento exhibió una extrema facilidad de la mano izquierda y una agilidad y pericia en el manejo del arco, todo ello apoyado por el énfasis que le brinda el ejercicio constante y dinámico de todo su cuerpo.
El bis que nos regaló, ante el éxito de aplausos del numeroso público que llenaba el teatro, fue un movimiento de una partita para violín de Juan Sebastián Bach, un merecido agradecimiento para el gran maestro del que casi todo empieza en música.
