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Aquellos otoños vividos

por
11 de octubre de 2020
en Provincia de Segovia
Migueláñez. Moisés Migueláñez Gómez
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Ahora, en los últimos días del verano, me viene a la mente cómo se vivían estas fechas y el otoño en nuestros pueblos, concretamente en Migueláñez.

En los años de la década de 1950 -1960 hay que resaltar que la principal actividad del lugar era la agricultura de secano. La mayor parte de las familias vivían de sus escasas tierras, cuyo producto les daba, si la cosa no se torcía por heladas, pedriscos, sequías… para pasar el año, a veces a duras penas.

Llegado septiembre ya las eras estaban limpias, el grano en el granero y los últimos montones de paja se habían guardado para alimento o camas del ganado.

Tras el duro verano venía el asueto el mes de septiembre con las fiestas de la Soterraña de Santa María la Real de Nieva y su corrida de toros, en su preciosa y vetusta plaza de piedra. Cito esto porque oí a mis abuelos que antaño, en el ajuste por año del criado de labranza, incluía la entrada a los toros de las fiestas de ‘la villa’. Acabadas estas fiestas comenzaban las de Nava, también muy frecuentadas.

Por entonces, ya en septiembre comenzaba la sementera y como las labores del campo estaban tan unidas al santoral de ‘calendario zaragozano’, he aquí algún refrán que sitúa esta actividad:

“Si quieres tener buenas sementeras, por San Mateo (21 de septiembre) las primeras”.

“En seco o en mojado por San Lucas, (18 de octubre) ten sembrado”.

“Por los Santos, (1 de Noviembre) los trigos sembrados y los frutos guardados”.

Llegado octubre, el primer domingo, el del Rosario, y con la monótona musiquilla de las avemarías en la procesión, llegaba una ilusión para todos, pero especialmente para la chiquillería: era el comienzo de la nueva temporada del cine que se había interrumpido allá a primeros de junio cuando el calor apretaba y ya estaban la hoces afiladas.

Suponía el cine, cuyo edificio fue levantado con mucha ilusión por todo el pueblo, un auténtico acto social y de recreo. Era la cita obligada de cada festivo a las siete y media, tras sacar la entrada, que costaba a los chicos 1,50 pesetas (algo menos que un céntimo de euro actual). Como la película se proyectaba con dos cortes, el último se denominaba ‘descanso’, y allí, en el bar, que atendía ‘el Bizcochero’, se tomaba algo, se charlaba… en fin, el cine era algo más que la película, era el obligado encuentro semanal que rompía la monotonía y suponía el sano divertimento. Hoy en día el edificio, con obras espléndidas, es el bar del pueblo, el bar San Isidro, aunque para todos es el Bar del Cine. Sus buenas instalaciones, acorde con los tiempos actuales, cumplen con la labor social que tuvo en su origen; el cine es de todos, y gracias al esfuerzo de nuestros antepasados que lo levantaron y al empeño de los distintos regidores locales, Migueláñez bien puede estar orgulloso de disponer de este lugar adaptado a cualquier evento o celebración.

En Octubre, pasado el Pilar, comenzaba una actividad que aunque se tildaba de lúdica, era trabajosa y dura: la vendimia. Allá hacia el 20 de octubre se daba un pregón (bando municipal anunciado por el pregonero) en que por orden del señor alcalde “se daba la vendimia”. Una alegría para la abundante chiquillería que durante una semana gozábamos de las denominadas “vacaciones de vendimia”.

Esta actividad ocupaba a toda la familia, desde niños a abuelos, y al atardecer, por la carretera de Nava, llegaban los carros al pueblo, mientras un grupo de chicos que no tenían viñas esperaban a la entrada para pedir unos racimos, que se escogían de los mejores del carro que iba dejando un reguero de mosto.

En todas las casas existía el lagar. Hoy en algunas se conserva la viga y la prensa como una reliquia del pasado. De las muy abundantes viñedos de entonces poco queda ahora: todo son tierras de secano o regadíos que antes no existían.

En esos días las mujeres hacían las conservas de la temporada: el dulce de calabaza y el ‘arrope’; este último un verdadero manjar elaborado con calabaza cocida en el mosto. Se conservaba en ollas de barro y era un postre o merienda para el año.

A la par, los hombres elaboraban el ‘mostillo’, licor obtenido de hervir el mosto en calderas de cobre, durante mucho tiempo, para evitar la fermentación, conservando el dulzor y adquiriendo un color tostado. Acompañaría esta bebida a los dulces caseros en cumpleaños, bautizos, Navidad… siendo servido en aquellas pequeñas copitas de cristal labrado.

Comenzaba noviembre y ya el primer día la fiesta de Todos los Santos, con la liturgia centrada en el cementerio, tan lúgubre entonces, con las lamparillas y las coronas de plumas moradas y negras y las campanas doblando por la noche, pero con el sabor de los ricos buñuelos de Mariano ‘El Bizcochero’.

Avanzaba el mes y era tiempo de charlas. Las mujeres, al lado del fogón o del brasero, y los hombres, quizás después de una jornada en el pinar (¡cómo se cuidaba esa joya que son nuestros pinares!) en la taberna de Gorrón, la Parra, el Bizcochero o el Casino comentando la jornada y alardeando de la cantidad de níscalos que había por tal o cual sitio. Esta codiciada seta abundaba mucho por nuestro bosque, entre otras cosas porque había pocos coches y menos buscadores. ¡Una delicia los días otoñales al tibio sol en el pinar!

Ya los días tan cortos y ese olor a leña quemada en la lumbre baja (no chimenea francesa) que provocaba una neblina por las calles, hoy excelentemente pavimentadas, pero entonces con barros y charcos, pero eso sí, con muchos niños y ante todo con la armonía y solidaridad que ha caracterizado a Migueláñez. Los toques al rosario y las cenas familiares y a veces una partida de ‘brisca’ y a dormir en aquellas frías noches, en las que a veces se atemperaba la cama con el ‘calentador’ que era un recipiente de cobre con tapa y largo mango donde se depositaban las ascuas sobrantes del brasero y se pasaba por las sábanas para calentarlas.

Y así día a día, el cuidar el ganado, las tertulias… y ya todos pensando en la matanza del cerdo cebado durante meses, para tener buen acopio, junto al pollo o el pavo de corral que iba a suponer el romper la monotonía del cocido en las ya próximas navidades.

¡Feliz otoño! Que las sombras que actualmente nos preocupan se despejen y se pueda disfrutar de una buena temporada de níscalos al envidiable ambiente otoñal del pinar.

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Edición digital del periódico decano de la prensa de Segovia, fundado en 1901 por Rufino Cano de Rueda

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