Sin que nos demos cuenta, lo cierto es que todos tenemos un ‘buzón imaginario’ en el que vamos metiendo, insensiblemente, recuerdos, memorias, hechos, sucedidos…
Bueno, pues a mí se me ha ocurrido abrir ahora ese ‘buzón’, sin necesidad de llaves, solo con la intención, y me encuentro un montón de cosas almacenadas, aunque no todas pueda referirlas en esta ocasión.
Por ejemplo, saco el recuerdo de que en 1974 se colocó en la muralla de la zona oriental del Acueducto, en el Postigo del Consuelo, una placa que rezaba “A Juan Ruiz. Arcipreste de Hita. 1951-1974”. Años después, sin explicación alguna, se sustituyó por otra que decía: “A Juan Ruiz. Arcipreste de Hita”. Sin explicación tampoco. Y ahora hay una tercera con la inscripción: “Al Arcipreste de Hita. Desde el mirador se contemplan los paisajes del Libro de Buen Amor: A un lado del Acueducto, Malangosto, y al otro, la Fuenfría” . ¿Habrá una cuarta?
Encuentro también un acuerdo municipal, reciente, lleno de razones y acertadísimo: Dedicar el nombre de Domiciano Monjas a la rotonda próxima a la ermita del Cristo. Fue párroco durante muchos años, queridísimo de sus feligreses y de quienes no lo fuimos, pero tuvimos la ventura de contar con su amistad cercana. Justa pues la petición de la Asociación de Vecinos del barrio y justísimo también el acuerdo municipal. Domiciano fue un hombre fuera de serie, y su trato personal y sus escritos así lo demuestran. Recuerdo con especial cariño los nueve folios, escritos a mano con letra menuda, en los que contó las actividades diarias de los participantes en una peregrinación a Tierra Santa, en 1988, dirigida por el gran conocedor del país, el deán catedralicio Ángel García Rivilla. El escrito, una maravilla, sobre todo por su dosis de espiritualidad, acompañada del buen humor que le caracterizaba.
¡Ah! Otro hallazgo, el de un acuerdo municipal, ya de antaño, sobre construcción de un nuevo cuartel para la Policía Local. Parece que el proyecto, si alguna vez existió, anda perdido (y bien olvidado) por algún cajón municipal.
Como asimismo el de Ordenanza sobre protección del Acueducto (protección que hay que incrementar, ha dicho el nuevo ministro de Cultura ¿Serán solo palabras?), incluyendo el ‘imaginativo’ nuevo Centro de Interpretación del monumento, que figura en la serie de proyectos y programas que parece que nunca existieron nada más que en los discursos encargados de tratar de demostrar que en el Ayuntamiento ‘se hace algo por la ciudad’.
Sigo buscando en mi baúl imaginario y encuentro, al fondo, una nota que ‘me recuerda’ que precisamente ayer, lunes, se iniciaron, ‘a bombo y platillo’, unas faraónicas obras para arreglar ‘tres baches’ en la Canonjía Nueva (o sea, Daoíz) y ‘un cuarto’ en la entrada a la plaza de Juan Guas, que tanto se venía solicitando por los más afectados por ellos… Lo que no llego a entender que a la Policía Local, que pasa constantemente, en coche o moto, por esta calle, no se le haya hecho ningún caso antes, porque supongo que habrán dado cuenta oportunamente a la Concejalía que corresponde.
Otra anotación tiene este interrogante: ¿Porqué no se iniciaron las gestiones entre la empresa encargada de construir el nuevo Cervantes y el Obispado, antes de concederse la ejecución de la obra para así haber podido ir más rápido?
¿Y por qué se recibió como buena la pavimentación de la zona de la calle de San Agustín comprendida entre la Diputación y el edificio de Correos?. No solo es ‘razonable’ el lamento de la alcaldesa, sino también el sufrimiento de los conductores y de los clientes de los autobuses, que se ven zarandeados en ese tramo de calle, como si se navegara en una barquita por alta mar.
Y como a veces la memoria te falla en un instante determinado, puedo recordar ahora que en mi comentario del martes pasado sobre el barrio de Las Canonjías tenía que haber mencionado también al impresor alemán Juan Parix, quien posiblemente trabajara en la Casa de la Imprenta, situada al final de la Canonjía Vieja (Velarde), que, como se sabe, fue autor de la impresión del primer libro en España, el ‘Sinodal de Aguilafuente’, que ahora se muestra en una exposición en la Biblioteca Nacional de Madrid. Y entre los profesionales residentes, un recuerdo asimismo para la dinastía de fotógrafos, con el ‘minutero’ más veterano de España.
