2010 se presenta complicado para los cubanos después de que el presidente, Raúl Castro, haya dedicido reducir las importaciones y recortar el gasto público para intentar sacar al país de la crisis, mientras crece la impaciencia por el lento ritmo de las reformas económicas.
Los huracanes, la recesión global, las sanciones comerciales de EEUU y la incapacidad de las finanzas para maniobrar pusieron fin a la recuperación de la crisis de la década de los 90, detonada por la implosión de la Unión Soviética.
Economistas locales coinciden en que habrá poco o ningún crecimiento este año, por primera vez en más de una década, mientras Cuba batalla con la falta de efectivo que obligó al Gobierno a suspender pagos y congelar las cuentas bancarias de algunas empresas extranjeras que operan en la isla.
Castro, en un intento por equilibrar una contabilidad llena de pérdidas, ha reducido en un tercio las importaciones este año, alrededor de 5.000 millones de dólares (3.345 millones de euros), y recortó los presupuestos locales y el consumo de energía.
La Habana depende de las importaciones. De hecho, trae desde el exterior el 70 por ciento de los alimentos que consume, que distribuye a precios subsidiados.
La austeridad era necesaria después de que el déficit comercial creció un 65 por ciento y su cuenta corriente -que mide la entrada y salida de divisas- pasó de un superávit de 500 millones de dólares (335 millones de euros) en el 2007 a un déficit de cerca de 2.000 millones de dólares (1.340 millones de euros) el pasado año.
El recorte del presupuesto impulsado por el Ejecutivo pondría otra vez en números negros la cuenta corriente de este año y Castro tiene la intención de mantenerla de igual forma en 2010.
Raúl, que reemplazó el año pasado a su hermano Fidel en la Presidencia, ha dejado claro que uno de sus objetivos es eliminar el paternalismo del modelo económico y social que heredó. «No nos engañemos más; si no hay presión, si no existe la necesidad de trabajar para satisfacer mis necesidades, y me lo están dando gratis por aquí o por allá, nos quedaremos sin voz llamando al trabajo», indicó en un discurso en el Parlamento cubano el año pasado.
SUBIR LOS SUELDOS. Castro, que fue durante casi medio siglo ministro de Defensa, reemplazó en marzo a gran parte del Gabinete económico que heredó y colocó a oficiales militares activos o retirados en puestos clave.
Implementó algunas reformas en la agricultura, estructuras salariales y otras pocas áreas, pero los cambios han sido hasta ahora escasos y han beneficiado solo a parte de los 11 millones de cubanos.
Muchos ciudadanos dicen que si el dirigente quiere eliminar cosas como la libreta de racionamiento de alimentos o los almuerzos gratuitos en los lugares de trabajo, debe permitirles aumentar sus ingresos, que actualmente son de menos de 20 dólares (13,3 euros) mensuales.
En este contexto, han surgido rumores de que Castro tomaría medidas como autorizar pequeños negocios y poner parte del sector minorista en manos de cooperativas semiprivadas.
Recientes discusiones populares convocadas por el Partido Comunista revelaron la creciente impaciencia frente a la incapacidad del Ejecutivo de proponer alternativas y poner la casa en orden.
«Yo sé que la libreta tiene que desaparecer, pero hay que ver cómo se hace, porque hay mucha gente que depende de ella para comer», señaló Pedro, un jubilado de La Habana.
«Estoy muy de acuerdo con los cambios que se han hecho, pero me parece que faltan muchas cosas más que hay que cambiar», indicó Reinaldo.
Aunque los agricultores elogiaron la descentralización del sector emprendida por Castro, el aumento de los precios que el Gobierno paga por sus productos y la entrega de tierras a unos 100.000 productores, criticaron el continuo control estatal sobre los suministros y la venta de los alimentos.
«El campesino nunca ha querido que le regalen las cosas. Lo que pretende es que le vendan lo que necesita para trabajar, para producir», aclaró Evelio, un agricultor del centro de Cuba.
