Cuando se cumplen dos años de la multitudinaria protesta de los segovianos a las puertas de las oficinas centrales de Caja Segovia, muchas dudas siguen en el aire.
Más de un millar de ciudadanos salieron, casi de forma espontánea, a la calle ese 27 de octubre de 2012, para mostrar su indignación tras conocerse que el Torreón de Lozoya y otros edificios históricos de la ciudad como el Palacio de Villafáñe o el colegio Domingo de Soto, estaban hipotecados. La ya extinta Caja Segovia perdería su titularidad al no poder hacer frente al compromiso de pago contraído con Bankia, a la que aún le debe pagar siete millones de euros.
La manifestación, surgida a través de Facebook de manos de una mujer angustiada por lo que veía venir, congregó a numerosos segovianos, jóvenes —quienes mejor responden a las redes sociales—, y adultos.
Con carteles, pancartas y máscaras expresaron su malestar. En algunos casos pusieron nombres de posibles culpables y hubo quien también aprovechó para dar un tinte político a la convocatoria.
Se sumaron, siempre a título particular, personas conocidas del mundo de la cultura, representantes de asociaciones vecinales y, sobre todo, clientes de Caja Segovia, que percibían y aún sienten que están a punto de perder algo suyo y de todos los segovianos.
El caso se sumaba a otro episodio que llevaba varios meses indignando a los ciudadanos: el cobro de indemnizaciones millonarias por parte de exdirectivos de las entidades de ahorro, entre ellas muchos de Caja Segovia. Por si fuera poco se difundieron fotografías de representantes de todos los partidos políticos que han formado parte del Consejo de Administración (PP, PSOE, IU), sindicatos y otros colectivos, en viajes a otros países y que denominaban ‘de formación’.
En un discurso leído por el periodista Fernando Aranguren, la principal reclamación lanzada aquella noche fue la de “deshipotecar el Torreón y el resto de inmuebles para que sigan siendo de todos los segovianos”. Se solidarizaron con los desahuciados y con quienes corrían ese riesgo, así como con los titulares de participaciones preferentes. Y acabaron advirtiendo de que los segovianos saldrían “a la calle cuantas veces sean necesarias hasta que se restituya la dignidad de la Caja”.
A pesar de que los organizadores de aquella masiva manifestación anunciaron que las protestas continuarían, lo cierto es que desde entonces no se ha vuelto a realizar ninguna otra concentración similar. Quizá en ello haya influido el que no han quedado claras las responsabilidades ni el proceso que se ha seguido.
Todo ello se está investigando desde el Juzgado número 5 de Segovia. Su titular, Jesús Martínez Puras abrió un expediente cuando un grupo de consejeros presentaron documentación en la Fiscalía advirtiendo de la posibilidad de que se hubieran manipulado actas de los Consejos, pues consideraban que ellos no habían hipotecado el Torreón.
Las actuaciones judiciales han llevado a que por el momento existan cerca de 20 imputados (ex directivos y ex consejeros). También han pasado ante el magistrado numerosos testigos; algunos lo han hecho en más de una ocasión. Las denuncias se cruzan; se desvela la existencia de informes contradictorios y no todos conocidos por todos; se personan en el caso partidos políticos alegando que defienden los intereses de los segovianos… El sumario va engordando a medida que se ponen de relieve datos y declaraciones que van acorralando a algunas de las personas que han tenido que sentarse en el banquillo. Pero todavía no se ha declarado la culpabilidad para nadie.
El caso del Torreón de Segovia se solapa con otras noticias de ámbito nacional que salpican al resto de entidades de ahorro, como las elevadas indemnizaciones por prejubilación en todo el sector, o el uso de tarjetas opacas, que siguen enojando a la fiel clientela que Caja Segovia tuvo durante décadas.
Actualmente de Caja Segovia sólo queda el nombre y un organismo en forma de Fundación de carácter especial que a duras penas sigue organizando actividades culturales, utilizando un remanente que le quedó y que va menguando, y aun siendo consciente de que tiene que hacer frente a unos pagos que no va a poder asumir en el plazo de unos meses.
