A veces las ideas preconcebidas juegan malas pasadas y eso fue lo que pasó entre parte del público, al inicio de la contada del jueves, en el patio de Andrés Laguna. Se sabía que Ángeles Goas es gallega, se sabía que contaría historias relacionadas con el miedo… Y la mente de muchos de los escuchadores habituados creó una serie de expectativas que no iban a cumplirse: la narradora lucense no contó historias de miedo, sino historias sobre los miedos. No hubo ni Santa Compaña ni aparecidos, sí una muerta y algún que otro mal presagio.
Ángeles Goas comenzó confesando su propio miedo a contar en Segovia, para luego continuar con un par de anécdotas propias sobre el miedo a la mitad deshabitada de una casa o a la primera comunión. De ahí saltó a las historias de Manuel, quien vivía con miedo a que lo robaran, y la de Xosé, a quien le salió el miedo a morir un día de malos agüeros y lo dedicó a hacer los preparativos para tal acontecimiento; como cierre, la historia de Paquita que tuvo la suerte de enmendar su vida y disfrutarla tras contemplarla desde la muerte. Todas estas historias se situaban en una geografía cercana a Abadín, en Lugo, cerca de Mondoñedo, lugar donde la realidad y la fantasía conviven desde que el gran Álvaro Cunqueiro abriera la puerta que las separa. Tal vez por eso sus historias tenían cierto eco a realismo mágico gallego, aunque con resoluciones menos asombrosas y más ubicables en la realidad e incluso en el ámbito de la leyenda urbana como el robo con el engaño del regalo. Y es que, a veces, parecía que faltaba una última amasada a los contenidos para que terminasen de encajar como un gran engranaje.
Con todo, la mayor debilidad de la contada fue el ritmo casi monocorde de las historias, tal vez esto fuera por el hecho de contar en castellano, tal vez fuera por el deseo de recrearse en ellas, el caso es que faltó cierta diversidad de ritmo y de matices pese a una muy cálida voz que envolvía el oído con facilidad. Hubo destellos de ironía en el juego entre lo que se cuenta con las palabras y lo que se cuenta con los gestos como en la descripción del generoso Manuel que, al tiempo que ejercía su altruismo, se llenaba sus bolsillos; hubo bromas simpáticas sobre los personajes y también hubo pequeños bocados cantados.
En cualquier caso, romper las expectativas de lo que se espera de una narradora gallega en una contada dedicada al miedo es complicado, en este caso porque en el patio de Andrés Laguna hay un mapa mental de cómo se cuenta en los distintos territorios de la narración, y la narración oral gallega está muy marcada por la tradicional, incluso por la tradición literaria de grandes autores. Así pues, es difícil sortear esas ideas preconcebidas y conquistar con una propuesta más personal y menos condicionada que no hace referencia a lo que se espera de una narración gallega, tan marcado en contenido, vocabulario e incluso en el inconfundible acento.
Así la noche con Ángeles Goas fue una noche diferente, como diferente lo será esta de hoy, pues siendo la de la Luna llena la contada de Ramón García Mateos se triplica, pudiéndose escuchar al narrador a las 22, a las 23 y a las 24 horas.
