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Ángel Galindo García – Violentar la armonía social

por Redacción
14 de junio de 2020
en Opinion, Tribuna
ANGEL GALINDO 1
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Sin pagar, ni pedir perdón

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La violencia es propia del ser humano y la agresividad le pertenece también a los animales. Frente a ello, la persona humana busca la reconciliación. Hace una semana escasa se vivió en las Cortes un espectáculo bochornoso en la recientemente creada “Comisión para la reconstrucción nacional”. Comenzó por la mañana y terminó por la tarde cuando el presidente de la comisión, el socialista Patxi López, tuvo que pedir disculpas porque unas horas antes no había estado a la altura de las circunstancias de lo que su función exigía.

La complicidad con las palabras del Vicepresidente Iglesias, su solidaridad con el tono chulesco y su empatía con los modos sarcástico-totalitarios del compareciente, le generó tal remordimiento que no tuvo más remedio que pedir disculpas. Pero esto pertenece a la lógica del marxismo y de un cierto anarquismo: la lucha de clases, el enfrentamiento, la violencia y la revolución es su santo y seña. En este campo se parece al liberalismo que se rige por la ley del más fuerte.

Lo más vergonzoso de esta jornada no fue la mala conciencia del presidente, sino el hecho de que los parlamentarios que la componen no se levantaran y acompañaran al portavoz de VOX cuando, despreciado y maltratado institucionalmente por la mesa. López lo ninguneó con la expresión “tiene la piel muy fina”. El drama parlamentario, cuya escena primera terminó cuando burlonamente Iglesias dice “Cierre la puerta al salir, señoría”, pasará a los anales de la democracia como ejemplo de lo que no tiene que ser una comisión parlamentaria.

Allí no hubo nada de reconstrucción y menos de nacional. Los portavoces parlamentarios y miembros de la comisión perdieron una ocasión privilegiada para dar la espalda a la estrategia de polarización, enfrentamiento y resentimiento que promueven algunos de los nuevos políticos. Estos siguen la teoría de Walter Lippmann “Donde todos piensan igual, nadie piensa mucho”. A estos no les interesa que los ciudadanos piensen.

Después de varias décadas de reconciliación entre tendencias españolas opuestas, nace nuevamente el enfrentamiento y la violencia. Con una salvedad: poco a poco va apareciendo la violencia humana cuya fuente es la agresividad animal. Dice Erich Fromm que la agresividad ofensiva, propia del ser humano, trata de atacar al hombre como un lobo enemigo, mientras que la agresividad defensiva es propia del animal y trata de salvar su vida.

La agresividad es común al ser humano y al animal pero, si en el hombre no está controlada por los valores, se convierte en violencia y termina en la guerra y en la destrucción del mismo hombre y de la naturaleza. Según Freud, en el hombre hay un instinto de vida y un instinto de muerte (eros y zanatos). El instinto de muerte es agresivo e intenta destruir a los otros. Los nuevos políticos saben que la instancia que extiende la violencia destructiva es la cultura que la sociedad humana ha creado, cuya función es regular la propia agresividad. Aquí se sitúan marxistas y capitalistas: con la lucha y el enfrentamiento intentan destruir o manipular la humanidad y la naturaleza.

Por eso, quienes pensaran que esta comisión parlamentaria aceleraría los ritmos de la reconstrucción se equivocan. Con presidentes así y comparecientes gubernamentales con vocación de pirómanos de civismo, lo único que conseguiremos será retrasar las reformas que necesita la sociedad española de la próxima generación. La reconstrucción que está en juego requiere los mimbres solidarios de los años setenta y no los mimbres fratricidas de los años treinta del pasado siglo.

Tanto esta comisión, como las que se han promovido en autonomías o ayuntamientos, se están precipitando hacia el fracaso por la sencilla razón de que reproducen cuotas de poder partidista y no cuotas de dinamismo cívico o social. Resulta paradójico que todas las energías constructivas que se activan entre los ciudadanos en nuestras calles sean torpedeadas de golpe por ciertos líderes con un objetivo claro: violentar la armonía ciudadana y constitucional.

La sociedad española y los ciudadanos normales de esta noble España buscan la armonía, la paz y la concordia. Alejemos estas nuevas tendencias agresivas de tipo salvaje que terminan en la violencia y en la muerte y busquemos lo más sagrado que posee la persona humana: la armonía y la concordia.

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